Prólogo
Sobre la enseñanza de segundo grado, mucho se ha dicho
y escrito en el país desde hace un siglo. Grandes personalidades
–no solamente reclutadas entre los educadores–
han considerado su problemática general y en más
de una ocasión autoridades oficiales, instituciones
de alto nivel o pedagogos prestigiosos propusieron reformas
a su estructura y nuevas orientaciones en su metodología.
Este grado de la enseñanza nunca tuvo en el país
una ley orgánica que lo rigiera, como ocurrió
con otros aspectos de la instrucción pública,
y ello provocó una mayor frecuencia en cambios parciales
dentro del sistema, aunque no modificaciones de fondo.
Creemos
que ha llegado un momento en que resulta impostergable atender
con una visión actualizada los fines y las necesidades
que este momento histórico determina para la enseñanza
media en la República Argentina. Por eso nos parece
oportuno plantear en forma orgánica un proyecto que
retoma principios enunciados con anterioridad pero que nunca
se llevaron a la práctica y que añade otros
surgidos recientemente en el campo de los estudios pedagógicos
y político-educativos.
Por otra
parte, hemos observado también que dentro de aquella
amplia bibliografía sobre el tema –a la que nos
referimos al principio– existe muchísimo material
digno de ser considerado y que, en grandes líneas,
sirve como prueba de la existencia de una corriente de pensamiento
argentina, sostenida sobre sólidas bases, que permite
enfocar una reforma para nuestros tiempos sin necesidad de
olvidar principios tradicionales. Con el objeto de ofrecer
el acceso fácil a esos materiales –en todos los
casos difícilmente hallables, aún en bibliotecas
especializadas– es que hemos añadido una selección
antológica que estimamos resultará de valor
para los estudiosos del problema, tanto para quienes tengan
como finalidad atender sus proyecciones actuales como para
quienes deseen conocer los elementos históricos esenciales
del pensamiento de nuestro país en materia de enseñanza
secundaria.
Esta
obra, finalmente, aspira a ser una invitación al análisis
crítico, a la meditación y a la presentación
de nuevas ideas sobre un punto que interesa no solamente a
los educadores o a los pedagogos, puesto que un sistema educativo
bien organizado y capacitado para cumplir fines claros y precisos
es un elemento fundamental de la vida nacional.
Capítulo I
Introducción
No pretendemos
resumir aquí la historia de la enseñanza media
argentina, puesto que no es ese el objetivo que nos proponemos,
pero deseamos hacer una referencia, siquiera somera, a unos
datos históricos que fundamentan muchos de los puntos
que más adelante se harán presentes.
La fundación
del Colegio Nacional de Buenos Aires responde en un todo a
la situación histórica de 1863. Precisamente:
el éxito que acompañó a esta creación
de Mitre y la difusión que alcanzó posteriormente,
al multiplicarse los establecimientos similares en todo el
país, demuestran que esa casa de estudios respondía
a las necesidades del momento y era adecuada a lo que la sociedad
esperaba de la misma.
Tanto
el decreto de su creación como el informe de la Comisión
designada, dos años más tarde, y la memoria
de Jacques agregada a dicho informe, revelan las dos preocupaciones
principales que dieron origen y carácter al Colegio:
la formación general y la preparatoria. Es decir, la
"formación general para la vida", empleando
las palabras de entonces, y la preparación para los
estudios superiores.
Preparar
a los jóvenes para la vida en general, es decir, no
para una tarea en particular sino para afrontar las circunstancias
generales del hombre y del ciudadano en una sociedad democrática:
tales fueron las finalidades que con más entusiasmo
señalaron los creadores del Colegio. Quedó siempre
fuera de sus finalidades, de manera terminante y definitoria,
toda especialización, toda profesionalización.
Esto mismo que más tarde constituyó a menudo
prenda de descrédito y de condenación para nuestro
tradicional "bachillerato", ha sido el timbre de
honor de su estructura pedagógica y su carácter
más preciado desde el punto de vista teórico.
Nuestro bachillerato se define justamente por esa preparación
general que trata de lograr "hombres" íntegramente
formados, capaces de desenvolverse como miembros plenos de
la sociedad de su tiempo y cabalmente logrados como ciudadanos.
Que tan altos fines se hayan logrado, luego, con mayor o menor
perfección o que en algunos casos se pueda alegar que
no se lograron absolutamente, constituye otro problema, referido
a la realización de ese ideal, pero no es argumento
que pueda utilizarse para discutir la legitimidad del fin
en sí mismo.
Respetable
es también la finalidad preparatoria del Colegio puesto
que en todo momento la enseñanza de segundo grado ha
tenido como misión capacitar a quienes deseen proseguir
estudios universitarios.
Ahora
bien: cuando, en 1913, el Colegio pasa a depender de la Universidad
de Buenos Aires, esta segunda finalidad –la preparatoria–
adquirió, por la fuerza de los hechos y no por ninguna
otra causa, una preeminencia notoria, y desde entonces el
Colegio parece considerarla –repetimos: de hecho–
como la primera. En efecto: la circunstancia de que los bachilleres
egresados de esta casa puedan ingresar directamente a las
distintas facultades que dependen de la Universidad de Buenos
Aires, hace que las familias o los jóvenes decidan
el ingreso al Colegio pensando fundamentalmente en los estudios
universitarios. Todo aquel que ingresa en el Colegio Nacional
de Buenos Aires piensa –por sí o por su familia–
proseguir estudios superiores. Que muchos no lo hagan luego
no invalida esta circunstancia. De tal manera, el consenso
público convierte al Colegio en una casa fundamentalmente
preparatoria para los estudios superiores. Este consenso público,
esta "vivencia" social, se traslada al profesorado
y a las autoridades, que en mayor o menor medida quedan también
en esa corriente. Y de hecho ocurre entonces que el Colegio
se transforma esencialmente en una casa de estudios preparatorios.
Lejos estamos de sostener que el cuerpo docente o las autoridades
respectivas hayan olvidado aquella otra finalidad de "formación
general", de "formación del hombre"
a que hicimos referencia antes. No ha ocurrido eso en ningún
momento pero sí ha ocurrido una "circunstancia
de hecho" que se ha impuesto por encima de las intenciones
de cada uno y hasta por encima de las decisiones de carácter
oficial contenidas en planes y programas.
Entretanto,
al pasar el Colegio, en 1913, a depender de la Universidad
de Buenos Aires, ocurrió otro fenómeno que conviene
analizar. Aquella casa fundada por Mitre, fue el origen y
el modelo de los numerosos "colegios nacionales"
que posteriormente se desparramaron por la República
y que dieron el nombre típicamente argentino a nuestra
casa de estudios secundarios y así, el "Nacional"
de la Argentina es el equivalente del "Liceo" francés
o del "Gimnasio" alemán. Quiere decir que
el Colegio Nacional de Buenos Aires fue "modelo y precursor",
a cuya imagen y semejanza se difundió la enseñanza
secundaria general en el país. Pero desde 1913 el Colegio
quedó separado del resto de la enseñanza secundaria
y, podríamos decir, "congelado" en su estructura
y en su carácter.
Los planes
de estudio y algunas otras características de los restantes
colegios nacionales fueron transformados ulteriormente, pero
el Colegio siguió siempre igual a sí mismo.
Esto puede haber sido un defecto o una virtud: no nos adelantamos
a juzgar, mas señalamos un hecho que debe tenerse muy
presente.
En una
palabra: la enseñanza secundaria general argentina
siguió y sigue, desde entonces, un camino; el Colegio
Nacional de Buenos Aires sigue otro, propio, y que para nada
se ocupa del primero. Pero ha llegado ahora el momento de
"replantear" los fines de la enseñanza media
en general y de preguntarse cuál es el papel que puede
y debe cumplir en este aspecto. En una palabra, a más
de cien años de la creación del Colegio Nacional
de Buenos Aires, que señala el principio de la organización
actual de la escuela media argentina corresponde que el país
se pregunte a sí mismo cuál debe ser el fin
y naturaleza de aquella enseñanza media.
Capítulo
II
Antecedentes históricos
Numerosos
son los antecedentes que con respecto a la naturaleza y fines
del Colegio Nacional de Buenos Aires y de la enseñanza
media en general pueden y deben consultarse. Desde el decreto
de creación de aquella casa de estudios, dado por el
presidente Mitre el 14 de marzo de 1863, y en el cual se lo
caracteriza como una casa de "formación general
y preparatoria", existe un conjunto de notable valor
en cuanto a consideraciones y principios necesarios para comprender
el carácter de la institución. Con tal objeto
se ha preparado un conjunto de antecedentes, que no deben
ser considerados como una "antología", ya
que tienen por objeto presentar en forma sistemática
los textos documentales y principales de mayor interés,
y que, desdichadamente, son hoy casi inhallables en el país.
Además
de transcribir completo el decreto del 14 de marzo de 1863,
se añaden trozos del famoso informe de la denominada
"Comisión de los cinco", que fue designada
en 1865 por el mismo presidente Mitre, y del cual se han seleccionado
el proyecto de "Ley de instrucción general y universitaria"
que presentó esa Comisión. Luego se añaden
páginas de la "Memoria" anexa a ese informe,
debido a la pluma de Amadeo Jacques, el gran rector inmortalizado
por Cané. De estas páginas, cuyo notable interés
actual resulta innecesario destacar, ya que se advierte con
suma claridad de su lectura, sólo nos parece prudente
señalar aquí, muy especialmente, los párrafos
primeros de nuestra selección, en los cuales Jacques
hace especial referencia a la necesidad de contar en nuestro
país con un tipo de estudios primarios que él
denomina "clase elemental superior", y que, en cierto
modo, y como se verá más adelante, ello coincide
con alguna de las propuestas ofrecidas en el capítulo
VIII y con algunos antecedentes extranjeros de nuestros días.
También
parece interesante destacar los últimos párrafos
que se transcriben de la memoria de Jacques, en cuanto significan,
bien a las claras, una defensa del sistema que hoy se denomina
de "materias optativas", y al cual se hace referencia
en la parte final del presente trabajo. Esta opinión
de Jacques tiene además la virtud de hacer presente
que ciertas "innovaciones", a las que a veces puede
acusarse de no respetar una tradición, ya tenían
sus defensores un siglo atrás.
Luego
se transcriben párrafos de una obra de conjunto que,
si bien es algo menos conocida que la "Memoria de Jacques"
o que el informe de la "Comisión de los cinco",
juzgamos como de valor no inferior a aquellos. Se trata de
las "Memorias" que José Manuel Estrada presentó
en su carácter de Rector del Colegio Nacional de Buenos
Aires en 1876 y en años siguientes. Múltiples
son los aspectos que toca Estrada en estas memorias, y puestos
a seleccionar, hemos optado por aquellos puntos que más
se aproximan a lo que constituyen los intereses centrales
del problema. Vale la pena hacer presente el notable interés
que tienen, dentro de los párrafos transcriptos, los
referentes a la significación de la enseñanza
de segundo grado en una sociedad democrática; la reiteración
del principio de que aquella debe ser concebida como una "educación
para la vida"; lo relativo a la intercomunicación
que debe existir entre la escuela primaria y la secundaria
(recuérdese idéntica opinión de Jacques)
y, finalmente, la preocupación de Estrada por la capacitación
pedagógica del personal docente del establecimiento.
Entre
los antecedentes se añade el proyecto de ley general
de instrucción pública presentado en 1916 por
el ministro de Instrucción Pública, doctor Carlos
Saavedra Lamas, conocido como "Ensayo de la Escuela Intermedia".
En realidad fue mucho más que eso sólo, ya que
dicho proyecto alteraba esencialmente la estructura de toda
nuestra enseñanza media, y atendía también
a esa idea original de Jacques sobre la "clase elemental
superior". Mucho habría que decir sobre este proyecto
y, sin abrir ahora juicio definitivo sobre el mismo, ha de
reconocerse que la estructura educativa argentina ha perdido
medio siglo de grandes posibilidades al no haber aprobado
el Parlamento ese excelente proyecto.
Otros
antecedentes presentamos también. Entre ellos, una
síntesis de la llamada "Encuesta Naón",
organizada en 1911 por el ministro Rómulo S. Naón,
y notablemente comentada por el ex rector del Colegio Nacional
de Buenos Aires, don Enrique de Vedia, en un libro titulado
justamente La encuesta Naón; una selección del
informe del inspector general de Enseñanza Secundaria,
don Ernesto Nelson, de 1915, y por último, trozos del
trabajo conocido genéricamente como "Informe de
Mantovani, de 1934", que es un completo análisis
de la realidad de la enseñanza media argentina hecho
por el gran educador desaparecido cuando era inspector general
de Enseñanza Secundaria.
Se han
incluido además el texto completo del informe que presentó
la Comisión integrada por los profesores Juan Mantovani,
Gilda L. De Romero Brest y Ana María Caffaratti, designada
en 1956 para estudiar los planes de estudio del Colegio Nacional
de Buenos Aires, por considerarlo una pieza de gran valor
y de indispensable consulta; y los textos de las leyes recientes
de educación sancionadas en Francia (1959) y en Italia
(1963), ya que ellas configuran una tendencia típica
de la Política Educativa del mundo contemporáneo.
Cabe destacar muy especialmente, que las reformas que con
poca diferencia de tiempo acaban de realizar Francia e Italia
coinciden en gran medida –como decimos también
en otro capítulo de este trabajo– con la reforma
proyectada por el ministerio de Saavedra Lamas en 1916.
Se añaden
finalmente una selección de las conclusiones de las
Jornadas Interuniversitarias sobre Enseñanza Media
realizadas en Bahía Blanca en 1960 y una selección
de las recomendaciones del Seminario Nacional de Educación
reunido en Río Tercero, Córdoba, en mayo de
1960.
Capítulo III
La situación actual
Es obvio, naturalmente, decir que la situación argentina
de 1965 es muy distinta de la de 1863 y de la de 1915. Pero
quizá no resulte innecesario destacar aquellas diferencias
que tienen especial importancia para la política educativa
y de manera muy particular las consecuencias político-educativas
de esas diferencias. No se pretende, pues, en lo que sigue,
realizar ningún ensayo sociológico sino citar
los fenómenos más notorios que todo hombre de
mediana cultura tiene hoy presente en la Argentina en cuanto
a los cambios que afectan la vida político-social del
país y en especial aquellos que por su naturaleza repercuten
más directamente en el planteo mental de los educadores.
Señalamos,
pues, a continuación, y a modo de enumeración
ejemplificadora, no exhaustiva ni sistematizada, los siguientes
datos.
El aumento
de la población del país sigue, aunque con ritmo
quizá menos intenso, el índice de expansión
demográfica que caracteriza al siglo XX en el mundo
entero, y que trae consecuencias de todo orden. Junto con
otra serie de fenómenos sociales, este es uno de los
factores desencadenantes de lo que se ha dado en llamar, en
la terminología internacional, la "explosión
escolar", o sea el aumento rapidísimo de la matrícula
escolar en todos los grados, y muy especialmente en el nivel
secundario.
Paralelamente
se presenta otra circunstancia. La República Argentina
se organizó, durante más de medio siglo, y a
partir de la caída de Rosas, como un país de
estructura agropecuaria y exportadora-importadora. Se ubicó,
en una palabra, en la clásica división del trabajo,
aplicada al campo internacional, propia del liberalismo decimonónico.
Esta estructura comenzó a quebrarse hace ya algunas
décadas y se halla actualmente en pleno proceso de
disolución, con lo cual aparecen múltiples fenómenos
concomitantes en los planos políticos y sociales. Es
decir que nos hallamos en un período de "industrialización",
que no es de ahora por cierto, puesto que sus primeros atisbos
comenzaron durante la primera gran guerra de este siglo. Pero
conviene señalar que este período de industrialización
es en nuestros días algo muy distinto de lo que se
entendía por "industrialización" a
principios de siglo. Ahora cabe hablar de países en
"estado de desarrollo", ya que con ello se dan otras
connotaciones económicas, políticas, sociales
y culturales, que completan la idea primitiva encerrada en
el vocablo "industrialización". Precisamente,
entre esas connotaciones se halla, en primer término,
la relación entre el "desarrollo" y la estructura
educativa de un país, que debe, a la vez, responder
a las nuevas necesidades y requerimientos de la población
de un país que se desarrolla y ofrecer las condiciones
adecuadas para colaborar con ese desarrollo.
Así,
la aparición de sectores cada vez más vastos
de la población, que necesitan y apetecen –el
fenómeno de necesidad y apetencia es simultáneo–
que se les satisfagan cada día un número mayor
de exigencias, es uno de los rasgos típicos de la sociedad
contemporánea. Siguiendo la terminología de
Jean Fourastié (V.: Maquinismo y bienestar, Ed. Miracle,
Barcelona, y Por qué trabajamos, Eudeba, Buenos Aires)
podemos distinguir entre "nivel de vida" y "género
de vida". Por "nivel de vida" entendemos la
cantidad de productos indispensables para la vida que consumen
los individuos (número de proteínas, de calorías,
de elementos para calefacción, de ropa para abrigarse,
disponibilidad de muebles elementales y de habitaciones para
vivir) y por "género de vida", el modo en
que desenvuelven su vida, es decir: cómo consumen esos
alimentos (si usan mantel o vajilla y de qué calidad;
si adornan sus habitaciones y en qué medida; si además
de abrigarse pueden preocuparse y hasta qué punto de
la elegancia de su vestido; cómo pasan sus días
libres o sus horas de ocio, etc.) Ahora bien: entre estos
aspectos del "género de vida", uno de los
principales es el que puede denominarse genéricamente
"deseo de consumo". En nuestro tiempo el hombre
medio se caracteriza por un inusitado afán de consumir.
Entre otras cosas, consume cultura. Libros, revistas, periódicos,
películas, conciertos: nada le basta a su afán.
Y desea, también, más y más educación.
El número de estudiantes de las aulas secundarias y
superiores ha iniciado en los últimos treinta años
una vertiginosa espiral ascendente, que no lleva miras de
cesar o de detenerse. Esto, como veremos más adelante,
es, por un lado, sano desde el punto de vista de los individuos
en particular; desde otro, útil y necesario para las
circunstancias que vive el mundo contemporáneo, y problemático
desde el punto de vista de las previsiones de política
educacional de una país.
Otros
fenómenos propios de nuestro tiempo, que de una manera
u otra inciden en la vida político-social y en la situación
personal de los individuos, son las transformaciones de las
estructuras económicas que llevan a la vinculación
internacional ineludible, presentando situaciones nuevas –verbigracia,
la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio–
que repercuten notoriamente sobre todos los aspectos de la
vida cotidiana (viajar, hoy, ha dejado de ser en primer término
una función turística, para convertirse en una
función profesional, por ejemplo).
Vinculado
con esto, se halla lo que puede llamarse la "dimensión
internacional" de la educación. Las instituciones
internacionales que se ocupan de los sistemas de instrucción
pública y de todas sus implicaciones didácticas
y metodológicas, se amplían y se difunden día
a día.
Convendrá
quizás, todavía, citar algunas circunstancias
nacionales que constituyen una realidad ineludible. La Argentina
ha pasado en las últimas dos o tres décadas
por una serie de experiencias negativas y desalentadoras,
que en gran medida, y al margen de las personalidades de excepción
o que ocupan puestos dirigentes, han creado en la masa de
la población un conjunto de sentimientos que genéricamente
podrían denominarse "de frustración".
En lo político social, las experiencias totalitarias
de los últimos años; en lo económico,
las ansias de desarrollo o de elevación económica
rápida que en un instante parecieron a la mano, se
han encontrado con una realidad desconsoladora y de la cual
el hombre común siente que no sabe cómo salir;
los principios éticos sustentadores de la sociedad
se hallan tambaleantes y prácticamente no existe unidad
en cuanto al sostén de un grupo de ellos que pueda
considerarse como núcleo principal.
Un fenómeno
absolutamente nuevo se ha dado en el país en los últimos
años: el éxodo, la emigración, el abandono
de la patria por parte de elementos de diversa extracción
social, lo que configura quizá el hecho más
notable, menos previsible y más doloroso de cuantos
pudiéramos citar.
Todo
esto, en fin, no pretende sino señalar hechos, realidades
que todos conocemos hasta por difusión periodística,
pero conviene tener presente que una manera u otra son realidades
que se viven en la Argentina de 1965, y deben estar presentes
en la mente de quienes piensan un plan de estudios o un sistema
escolar para jóvenes de 1965, cuyo lapso previsible
de vida adulta se extenderá entre 1975 y 2015, aproximadamente.
Digamos
algo más. En el plano de la vida escolar propiamente
dicha, se presentan también nuevos hechos, modificaciones
en una estructura tradicional y fenómenos de aparición
reciente. Muchas de estas circunstancias no han sido planeadas
y, en algunos casos, ni siquiera aceptadas " oficialmente",
podría decirse, por las autoridades. No están
incorporadas a leyes ni a reglamentos y ni siquiera a las
estructuras administrativas, pero tienen una presencia indubitable.
Citemos algunos de estos fenómenos. Comencemos en primer
término por uno de los que menos se suele citar en
el ámbito de los estudios pedagógicos académicos,
pero que no puede ignorarse en un análisis objetivo
de la realidad educativa: la pauperización de los docentes
en general y su consiguiente pérdida de "status"
social, con las numerosas consecuencias que esto trae aparejado.
Se han multiplicado las universidades estatales en los últimos
años, han surgido universidades privadas oficialmente
reconocidas y existen también ahora institutos de enseñanza
técnica superior genéricamente llamados "universidades
tecnológicas".
Un fenómeno
positivo –la difusión y extensión de las
becas para estudiantes y graduados, para su uso en el país
o el exterior y concedidas por organismos oficiales o privados–
halla su contrapartida en un fenómeno negativo, sobre
cuya dimensión exacta quizá todavía no
se ha reflexionado suficientemente: la detención prácticamente
absoluta de la edificación escolar. Esto último
trae derivaciones de magnitud que afectan todos los órdenes
de las estructuras educativas y altera esencialmente todo
intento de remozamiento de fondo en una política educativa
de largo alcance.
El masivo
aumento del estudiantado universitario no es sino parte del
ya citado fenómeno de la llamada "explosión
escolar". Junto con esto ha llegado la aceptación
general en el ámbito argentino del denominado "gobierno
tripartito" en la Universidad y la aparición o
el aumento de los cursos y escuelas para graduados.
Siempre
en los ámbitos universitarios, se observa la creación
de nuevas carreras; la implantación de nuevos sistemas
de enseñanza y promoción. Entre otros, se han
difundido en especial los sistemas cuatrimestrales y de promoción
sin examen.
Citemos
para concluir este punto, uno de los hechos más notorios:
la difusión actual de la técnica del "planeamiento
integral de la educación", que la Universidad
de Buenos Aires aceptó oficialmente cuando decidió
crear la Junta de Planeamiento de la Universidad.
Son,
en síntesis, hechos nuevos, temas nuevos, que de una
manera u otra, y quiérase o no, están presentes
en la realidad contemporánea del mundo de la educación.
Ahora
bien: si de esta enumeración de fenómenos y
circunstancias nuevos, en el ámbito político-social
general del país y en el ámbito de la realidad
educativa, pasamos a un breve análisis de cuáles
son los principales hechos nuevos que se presentan en el campo
específico de la enseñanza media, nos encontraremos
también con unos cuantos fenómenos bien clarificados.
Debemos
partir de esta base: hace cien años la enseñanza
secundaria era minoritaria. Sólo concurrían
a establecimientos de enseñanza de segundo grado grupos
muy pequeños de la población. El ideal de la
política educativa de la época era la escuela
primaria, la enseñanza elemental, la alfabetización
en una palabra. La obligatoriedad y la universalidad del primer
grado escolar fue el ideal político-educativo del siglo
XIX. Esto determinaba que la escuela secundaria fuera una
concepción de escuela "de élite",
dicho esto en su significado objetivo y no con el matiz a
menudo despectivo con que se emplea la palabra "élite".
Era, en efecto, escuela de minorías selectas, por su
fortuna, por su posición social o por dotes intelectuales
de excepción.
La tendencia
universal del siglo XX, en cambio, en materia de enseñanza
secundaria, es radicalmente distinta. Hay una curva estadística
irrefutable en todos los países del mundo, inclusive
el nuestro, que señala el crecimiento constante de
la matrícula de la escuela secundaria. Comencemos por
un primer hecho: el ingreso de la mujer a la escuela secundaria,
que hoy cobra carácter universal en grandes sectores
sociales y en los centros urbanos, determina por sí
solo la duplicación de la matrícula escolar
secundaria. Pero a esto se añaden otros numerosos factores
(ya resumidos en lo antes señalado): el mejoramiento
de los niveles de vida determinados por el desarrollo económico;
la elevación del nivel cultural de las masas por obra
de ese mismo desarrollo económico y la difusión
de los modernos medios de comunicación (prensa, radio,
cinematografía, televisión, etc.); la superación
cultural de la población por los esfuerzos de alfabetización
universal del siglo anterior; y, por último, las necesidades
crecientes de una mayor capacitación intelectual de
los trabajadores para responder a la complejización
del mundo modero del trabajo. Todos estos factores determinan,
conjuntamente, un hecho esencial: la transformación
de aquella escuela secundaria "de élite",
del siglo XIX, por una escuela "de masa" en el siglo
XX.
La realidad
argentina de esta hora, especialmente en los núcleos
urbanos, revela un fenómeno indubitable: la masificación
de la enseñanza secundaria. Y otro tan indubitable
como el anterior: la necesidad social de esa masificación.
Queremos decir lo siguiente: que un número cada vez
mayor de estudiantes concurra a las aulas secundarias, es
un fenómeno útil para esos estudiantes, individualmente
considerados, y es útil a la sociedad en cuanto proporciona
una elevación general del nivel cultural de la comunidad.
Pero además es una necesidad de la sociedad actual,
puesto que el grado de complejidad de nuestras circunstancias
culturales y del mundo del trabajo hacen que sea hoy muy difícil
el desenvolvimiento y sobre todo el progreso social y económico
de una comunidad si sus miembros carecen de un mínimo
de formación escolar. Y ese mínimo debe incluir
la enseñanza de segundo grado.
En este
punto corresponde plantear esta pregunta: ¿se quiere
que la enseñanza secundaria argentina se adecue a esta
nueva circunstancia, es decir que atienda a estos fenómenos
de masificación de la enseñanza secundaria y
se transforme en un sistema apto para recibir y orientar a
una población estudiantil de carácter masivo,
o queremos que siga manteniendo su carácter "de
élite", es decir para grupos minoritarios que
comienzan ya sus estudios con una idea preconcebida sobre
su destino ulterior?
Creemos
que dar respuesta a esta pregunta inicial es un paso previo
a cualquier debate y a cualquier tarea posterior sobre planes,
programas y organización de la escuela secundaria.
Por nuestra parte creemos que la enseñanza media argentina
debe adecuarse a las circunstancias históricas actuales,
pues de otro modo su destino se vería seriamente comprometido
y no respondería a su deber principal. Esto no quiere
decir, por supuesto, que se dejen de lado el alto valor que
representa la tradición histórica de ese ciclo
ni los méritos que cabe reconocer a su obra ya centenaria,
como asimismo a los hombres que, desde la función política
o la docente, la fundaron, dirigieron y sustentaron.
Precisamente, entendemos que las modificaciones que proponemos
son la mejor forma de rendir homenaje a esa tradición.
Capítulo IV
Dos ejemplos extranjeros
Mirar lo que ocurre en algunos países extranjeros puede
ser siempre aleccionador.
En el
caso de la enseñanza secundaria, en dos naciones europeas
acaban de producirse reformas de fondo que interesa sobremanera
conocer, por cuanto significan un movimiento de adaptación
de viejas estructuras a nuevas circunstancias sociales y económicas.
Unos de esos países es Francia, tan ligado culturalmente
al nuestro y que interesa doblemente por cuanto la caracterización
general de nuestro tradicional colegio nacional reconoce inspiración
francesa. El otro es Italia. ¿Qué ha ocurrido
en ambos casos? Algo muy similar: la creación de un
ciclo común, absolutamente uniforme para todos los
estudiantes, que comprende el principio de la enseñanza
secundaria, pero que se desgaja de ella y se configura en
un ciclo con caracteres propios. En Francia, junto con esto,
se ha prolongado la escolaridad obligatoria a un lapso de
diez años y en Italia ocurre, en los hechos, algo parecido,
pues con la actual reforma se intentará dar realidad
a la prescripción constitucional que desde 1946 impone
ocho años de enseñanza obligatoria. Además,
estos ciclos pretenden en los dos casos ser orientadores para
las futuras carreras o especializaciones de la enseñanza
secundaria propiamente dicha.
Francia
tenía una estructura educativa de antigua data, con
una escuela primaria de cinco años y su famoso "Liceo"
de siete años de duración con una orientación
marcadamente clásica. El latín y el griego en
puestos de honor y, como concesión al espíritu
cientificista de principios de siglo, un liceo moderno sin
griego.
Italia
tuvo esta estructura hasta 1923: la escuela primaria de cinco
años; "gimnasio" de cinco (gimnasio inferior
de tres, y gimnasio superior de dos) y Liceo de tres. En total,
un ciclo secundario de ocho años. A partir de 1923,
la reforma Gentile implantó este sistema: escuela primaria
de cinco años; "scuola media" de tres años
y "Liceo" de cinco.
Tanto en Francia como en Italia, la verdadera escuela obligatoria
era la elemental, y este grado era, por otra parte, el único
uniforme para toda la población.
A su
término, algunos alumnos proseguían el camino
de los estudios secundarios (el liceo en Francia; la "scuola
media" en Italia, que abría el rumbo al Liceo),
con la intención o la esperanza de proseguir ulteriormente
estudios universitarios. Quienes, por cualquier motivo, no
tenían esa intención o esa esperanza, dejaban
toda clase de estudios breves de tipo profesional o técnico.
En Italia, por ejemplo, tenían a su disposición
las escuelas de "avviamento profesionale", especie
de escuelas de capacitación o de aprendizaje en diversos
ramos técnicos o profesionales. Lo típico de
este camino, en Italia o en Francia, es que estos estudios
no abrían el rumbo a estudios superiores, y que los
alumnos se decidían o no a intentar el rumbo de la
escuela secundaria según la situación social
o económica de los padres y, en algunos casos, según
las presunciones de su mayor o menor capacidad intelectual.
Pero
nuestro tiempo presenta, dentro de aquellos sistemas, varios
inconvenientes:
Primero:
Hay una tendencia a la universalización de la enseñanza
post-primaria. Es decir que los cursos secundarios se abarrotan,
se "masifican", y presentan problemas de orientación
de los alumnos que antes se daban con menor intensidad.
Segundo:
Esta población estudiantil en crecimiento constante
pide otras cosas a la enseñanza media, y, en primer
término, posibilidades de capacitación profesional
de algún tipo o especializaciones de cierta naturaleza.
Tercero:
Aumentan los problemas didácticos y metodológicos,
por el mayor número de estudiantes; por las diversidades
de sus preparaciones y de sus orígenes sociales; por
las diferencias de su preparación escolar primaria;
por los intereses multiplicados que representan.
Cuarto:
La sociedad actual comprende la necesidad de estimular este
crecimiento de la enseñanza secundaria, porque es un
deber de justicia desde el punto de vista democrático
garantizar a la totalidad de la población el acceso
a los mayores grados posibles de cultura y porque la complejidad
siempre en ascenso de las circunstancias culturales modernas
requiere un grado cada vez mayor de capacitación de
la población.
Quinto:
Es necesario abrir las puertas de la enseñanza secundaria
y las probabilidades de la superior a la totalidad de la población.
Pero no es posible, para hacer esto, dejar que entren todos
los alumnos que terminan la primaria en la escuela secundaria
tradicional, puesto que quienes no pueden concluirla, por
cualquier motivo, quedarán con una carrera "trunca"
y habrán perdido lastimosamente el tiempo invertido
hasta entonces. Esto es un mal para estos individuos y un
gravísimo perjuicio para la sociedad, que en nuestro
tiempo no puede permitirse el lujo de desperdiciar las fuerzas
de sus miembros.
Entonces, frente a todo esto, se alza en Francia y en Italia
una idea similar: crear un ciclo "pre-secundario",
absolutamente uniforme para toda la población, a fin
de evitar discriminaciones injustas o equivocadas; pero de
carácter orientador y vocacional, para ayudar a esa
población estudiantil a encontrar su camino. Luego,
en Francia, se va más allá y se multiplican
las orientaciones del ciclo secundario.
Francia,
al imponer los diez años de escolaridad obligatoria,
en 1959, lo hace así:
1) Un
ciclo primario de cinco años.
2) Un
ciclo de observación de dos años (corresponde
a los dos años primeros del antiguo Liceo o a los dos
primeros de cualquier otro tipo de establecimiento escolar
post-primario).
3) Un
ciclo final de tres años, que se puede cumplir en estas
orientaciones.
a) Un
curso de capacitación profesional en especialidades
artesanales o rurales.
b) Un curso de enseñanza técnica corta: tres
años y concede el certificado de aptitud profesional.
c) Curso de enseñanza técnica larga: cinco años,
son los "Liceos técnicos".
d) Enseñanza general corta: tres años y certificado
de enseñanza general. Habilita para empleos medios
no especializados, para la carrera de maestro, etc.
e) Enseñanza general larga: cinco años. Equivale
a la antigua enseñanza secundaria completa. Son los
liceos, con varias orientaciones (1).
Por su
parte, Italia resolvió las cosas de esta manera: suprimió
totalmente las escuelas "Avviamento profesionale"
y cualquier otro tipo de escuela post-primaria y transformó
la "scuola media" en "escuela secundaria de
primer grado", obligatoria y uniforme, también
de carácter orientador y vocacional.
En síntesis:
ambos países han creado un verdadero ciclo intermedio
entre la escuela primaria y la secundaria propiamente dicha;
uniforme y orientador y que sirva a la vez para evitar las
graves dificultades de tránsito que hasta ahora se
daban entre la escuela primaria y la secundaria.
En este
punto cabe recordar un detalle fundamental: el proyecto de
"escuela intermedia", presentado en 1916 en nuestro
país por el ministro Saavedra Lamas, tenía esta
misma intención, puesto que limitaba la escuela primaria
propiamente dicha a cuatro años; creaba luego la escuela
intermedia de tres años, de carácter uniforme
y orientador, con aprendizajes vocacionales, técnicos
y profesionales; y abría luego el rumbo a la enseñanza
secundaria propiamente dicha.
(1)
Posteriormente, se introdujeron en Francia nuevas
modificaciones al sistema, pero –por lo que hace al
tema que estamos desarrollando– el espíritu esencial
de la reforma, en lo político-educativo, perdura.
Capítulo
V
El producto escolar deseable
Corresponde analizar ahora el producto escolar que se desee
obtener.
Desde
el punto de vista metodológico, se anticipa que no
habrá una descripción del producto escolar que
se logra hoy, pues basta para ello la abundante existencia
de críticas a los actuales resultados, formuladas por
pedagogos y educadores (y que se encuentran doquier, tanto
en sus obras como en declaraciones de Congresos, Seminarios
Nacionales, Jornadas, declaraciones de las propias autoridades
del Ministerio, etc.). Es necesario señalar lo que
todas esas críticas reiteran desde hace muchos años:
la inadecuación del sistema a las necesidades actuales,
el enciclopedismo, el verbalismo o el intelectualismo. No
es nuestra intención, al elaborar este trabajo, reiterar
tales críticas sino ensayar algo diferente. No partir
de lo que forman las escuelas, sino de una descripción
de lo que las exigencias de los tiempos parecen indicar que
debieran formar.
Nuestro
intento no es normativo, sino simplemente descriptivo, pese
a la utilización del término “debieran”.
Partimos del análisis de la sociedad argentina actual,
en su ubicación mundial, y de ese mismo análisis
surge la descripción de un producto.
Al recorrer
en el capítulo III la gama de modificaciones y alteraciones
que se han producido en la vida argentina, observamos, por
la variada acumulación de esos factores, una nota que
se perfila como inherente a nuestra educación de hoy:
la categoría “masiva”.
El producto
escolar que se piense ha de ubicarse en esa coordenada.
La presencia
del “gran número” en la educación
no es simplemente un hecho verificable: es una tendencia que
origina consecuencias. Ha de pensarse con plena conciencia
en una educación para todos y ello como derivado de
doctrinas político-sociales –como la democrática–
y como exigencia de progreso económico. Así
como en el siglo pasado –según ya se dijo anteriormente–
el “todos” debía estar en la Escuela Primaria,
hoy el “todos” significa acceso a la Secundaria
y Superior.
Cuando
se piense en educación secundaria, no se podrá
precindir de la presencia del gran número, o de una
educación para todos. (La circunstancia del “gran
número” obliga a que el educador se pregunte
cómo puede educar a los sesenta o setenta alumnos de
su aula, en vez de únicamente decir que él trabajaría
bien si sólo tuviera veinte alumnos por curso).
Ello
a su vez envuelve, por lo menos, otras dos notas: el tener
en cuenta “lo común”, y el percibir y acentuar
lo “diferenciador”
Vivimos
en una sociedad (lo común) pero integrada por pluralidad
de círculos o complejos sociales que se entrelazan
(y a los cuales nos integramos, según señalan
Dewey y Dilthey) o, como otros gustan decir, la sociedad está
integrada por gran cantidad de grupos intermedios que posibilitan
nuestro desarrollo (“Pacem in Terris” y “Mater
et Magistra”). Los grupos intermedios de que se compone
la sociedad exigen lo “diferenciador”.
La encíclica
“Pacem in Terris”, al referirse al “derecho
a una instrucción fundamental y a una formación
técnico-profesional de acuerdo con el grado de desarrollo
de la propia comunidad política”, presenta una
clara indicación no sólo del contenido que debe
darse dentro de las exigencias que el gran número al
acceder a la educación reclama, sino también
respecto del criterio relativo a las circunstancias por las
que una comunidad atraviesa.
Por tanto,
el hombre argentino –como producto escolar deseable–
ha de ponerse en relación con la situación argentina
descripta en el capítulo 3°. Ha de enlazarse con
los ideales que la sociedad argentina tiene como metas de
su crecimiento y desarrollo, y con las circunstancias por
las que se mueve.
Ello
permitiría formular el siguiente criterio: “el
producto escolar que se desee lograr ha de relacionarse con
una sociedad diversificada o en proceso de múltiple
diversificación, que pone su eje en una situación
de desarrollo y en un intento de cambiar o reformular la estructura
de su sociedad”. Ignorar la circunstancia del estado
de desarrollo del país, al referirnos a la educación,
es simplemente marchar en contra de la realidad; es acentuar
el desajuste entre escuela y sociedad; es quejarse de un abismo
que a sabiendas mantenemos.
Pero
reconocer la circunstancia del país, no es más
que el primer paso para preguntarnos qué puede hacer
la educación frente a ello.
Ello
significa plantearse una nueva serie de interrogantes (que
afortunadamente se están incorporando a la literatura
de los educadores argentinos), tales como la relación
entre Educación y Economía; Educación
y Presupuesto, Educación para el consumidor; Educación
y Propaganda; Educación del Productor; Educación
como bien económico; Educación como bien de
consumo, etc.
También
un interrogante central: “¿Qué significa
educación para el desarrollo?”
La misión
que nos hemos propuesto nos permite exponer nuestro pensamiento
aquí sin necesidad de extendernos en una demostración
profunda y filosófica –que demandaría
un mayor tiempo y esfuerzos complementarios–. Ello nos
permite manejarnos con situaciones a título de ejemplo.
Con referencia al tema que hemos planteado, si se acepta la
definición de “desarrollo económico”
dado en la Conferencia de Chile: “aumento del producto
nacional por habitante” o “mejoramiento del nivel
de ingreso por habitante”, cabe en seguida la posibilidad
de relacionar la educación con un objetivo claro y
con el que puede conectarse de modo operacional. Toca a los
políticos de la educación efectuar este enlace.
Pero los pedagogos podemos observar que ya es imposible prevenir,
al fijar hoy los fines de la educación argentina, su
enlace con el desarrollo económico con eje en el desarrollo
industrial.
Similarmente
podemos señalar, de modo no exhaustivo, otros requerimientos:
la educación argentina ha de brindar conciencia del
momento histórico por el que el país atraviesa
y de los fines nacionales más amplios.
Al enlazarse
la educación con los objetivos políticos más
amplios, se deriva obviamente la creación de una conciencia
de los miembros de esa comunidad. La escuela es un vehículo
para ello.
El punto
que hemos tomado a modo de ejemplo: educación y desarrollo
nacional, nos presenta variadas alternativas para tener en
cuenta, en nuestra presentación del “producto
escolar deseable”.
Evidentemente
conduciría o se ajustaría bien a ese “producto”
la posibilidad de una educación técnica general
(idea que ya hemos hallado en el Plan Saavedra Lamas-Mercante).
En este
punto conviene señalar que la posibilidad de una educación
económica general, es uno de los aspectos que deben
ser seriamente considerados.
En la
estructura tradicional de los planes de estudios de la enseñanza
media, en efecto, los contenidos dedicados al conocimiento
de los fenómenos económicos sólo se hallan
en los establecimientos destinados a preparar especialistas
en ese campo, ya sea especialistas de grado medio o superior.
Pero no se los encuentra en los planes de la enseñanza
media en general, es decir en aquellas que tiene la pretensión
de preparar “para la vida”, según la expresión
habitual de nuestro medio, y que Jacques primero y Mantovani
después, difundieron y defendieron. Es que dentro de
las estructuras sociales tradicionales, los conocimientos
económicos necesarios “para la vida” en
general, es decir, aquellos que debía poseer quien
no fuera profesional o un especialista en Economía,
eran muy pocos y muy sencillos.
Hoy la
situación ha cambiado. La vida del hombre común
está rodeada de fenómenos económicos
que lo envuelven mal de su grado y aunque su voluntad o su
vocación lo llevan a alejarse de ellos y a pretender
ignorarlos, le es prácticamente imposible lograrlo.
El hombre común está rodeado de “tecnicismos”
económicos, y el vivir cotidiano, en cualquier esfera
de acción, lleva consigo un conjunto de fenómenos
económicos, que nos atañen directa e indirectamente,
y sin los cuales nos resulta imposible desenvolvernos. Es
casi innecesario acudir a ejemplos para poder probar lo antedicho,
y quizás los ejemplos lleven consigo el problema de
simplificar demasiado las cosas o de reducir la generalidad
de la teoría, de tal manera que, por separado, puedan
ser discutidos. Con todo, creemos que dos o tres detalles
pueden aclarar lo que venimos sosteniendo. Obsérvese
la perplejidad del hombre de letras, o del médico,
o del profesor de historia, o de un empleado común,
ante una planilla del impuesto a los réditos. Es el
caso típico del “hombre común”,
del “no especialista” en Economía, que
afronta, azorado, el mundo de los fenómenos económicos
contemporáneos que se le cae, literalmente, encima,
sin que él se sienta capaz de entenderlo ni de comenzar
a adentrarse en él. Pero hay más: términos
como “divisas”, “aforos”, “deterioro
de los términos de intercambio”, “Mercado
común”, “bonos”, etc., etc., se han
hecho hoy el tema cotidiano de diarios, revistas y noticiosos
radiofónicos. El “hombre común”
oye todo esto y vive inmerso en este mundo, pero le cuesta
comprenderlo y discernir con claridad. Véase como esto
constituye, entonces, una falla gravísima para aquella
famosa “preparación para la vida” de que
hablábamos y cómo, asimismo, es una falla inadmisible
para la preparación del ciudadano de una democracia,
capaz de participar con conciencia lúcida de la vida
política de su país, al menos en la función
elemental del lector, puesto que hoy estos temas de Economía
se convierten generalmente en los principales puntos de debate
entre las diversas corrientes de opinión.
Concluimos,
por lo tanto, que a la enseñanza media de tipo general,
conviene, en nuestros tiempos, añadir contenidos que
sirvan como una introducción amplia y genérica
a los problemas económicos del mundo contemporáneo,
no con la intención de orientar vocaciones hacia los
estudios especializados de Economía, ni de preparar
futuros contadores o doctores en ciencias económicas
y ni siquiera con la intención de conceder a los fenómenos
económicos ninguna clase de preeminencia o de primacía
axiológica sobre los restantes contenidos del plan
de estudios, sino con la sencilla intención de capacitar
a los estudiantes en el mejor y más completo conocimiento
del mundo en el que han de vivir.
Nos permitimos
añadir, para aclarar concretamente el pensamiento en
este punto, que lo necesario es considerar la posibilidad
de estructurar un nuevo contenido educativo, que podría
darse en los últimos años de la enseñanza
media, y que tendría por objeto una preparación
de tipo general en los principales temas de la economía
contemporánea.
Ahora
bien: un error metodológico o de enfoque sería
peligrosísimo. Será necesario estudiar bien
cuáles serán los contenidos por incluir en ese
programa y, sobre todo, preparar con anticipación a
los profesores encargados de dictarlo, ya que si estos se
reclutan entre los docentes consagrados a las materias económicas
de los cursos especializados –medios superiores–
y desarrollan su enseñanza con el mismo criterio que
en dichos cursos, se corre el riesgo de inutilizar toda la
labor. No se trata de enseñar Economía Política
y Organización de la Empresa como en la Escuela de
Comercio o en la Facultad de Ciencias Económicas, ya
que ello será algo extraño totalmente a lo que
requiera el “hombre común” –futuro
médico, profesor de historia o de letras, empleado–
sino de integrar los fenómenos económicos que
lo circundan con el resto de los contenidos en su plan de
estudios general.
Más
notas configurarían el “producto escolar deseable”
de la Argentina en 1965: capacitación científica:
familiarización con los descubrimientos modernos; significación
de los adelantos; la colaboración internacional; la
peculiaridad de una sociedad cambiante; importancia personal
como ciudadano; capacitación para el correcto consumo;
dotación de actitudes racionales frente a las presiones
de la propaganda; enseñar a pensar en el sentido de
dotarlo de auténtico método científico
en todos los pasos; capacidad de evaluar lo propuesto; etc.,
etc. Todo ello supone, como se explicitará en el capítulo
VII, que cada una de esas situaciones o requisitos ha de convertirse
a la vez en un objetivo operacional y en un área concreta
de experiencias que lo realicen (y el resultado debe verificarse).
No debe partirse del ingenuo presupuesto de que todavía
determinadas asignaturas tienen poder suficiente como para
dar capacidad para resolver esas esferas diferentes de actividades
dispares por la misma naturaleza de la disciplina.
Pasemos
ahora a otra nota que fue también mencionada en el
capítulo III: Un país que ha evidenciado situaciones
de frustración e incomunicación. Estas situaciones
no son deseables y la educación puede concurrir a su
solución.
La categoría
de “frustración”, aún sin ser dominante,
penetra las actitudes de los miembros de la comunidad argentina.
Es misión de la educación la creación
de ideales y actitudes, disposiciones frente a la realidad.
Una actitud de desconfianza no es deseable para un país.
La desconfianza ha brotado por frustraciones en la creencia
en un desarrollo económico ascendente, con bienestar
para todos, que no se ha logrado o logra conforme a las expectativas
de los miembros de la comunidad. Estas actitudes generadas
por las frustraciones han originado conductas: desconfianza
en el país, en los dirigentes, en las propias fuerzas;
éxodo de técnicos y profesionales en busca de
mejores circunstancias; carencia o incertidumbre de futuro.
Hay una incomunicación como resultado de las frustraciones.
La educación
puede concurrir al fortalecimiento de ideales y actitudes,
si es que la sociedad honestamente los desea.
La escuela
puede crear un canal de comunicación, un medio de entenderse,
superador del odio o el antagonismo. Mucho se repite que no
sabemos convivir. Pero ¿la escuela ha enseñado
a convivir?
Hoy contamos
con técnicas (como las de grupo) que permiten aprender
a convivir, pues a convivir también se aprende.
El elemento
de comunicación en una sociedad democrática
es lo “racional”, mientras que las relaciones
humanas de tipo afectivo-violento caracterizan los grupos
de corte autoritario. El vehículo más adecuado
para la adquisición de actitud y conducta racional
es la dotación de una capacidad crítica de pensamiento;
es proveer del “método científico”
con todas sus implicaciones (que sólo enumeramos, pues
la Filosofía de la Educación reiteradamente
lo presenta; recopilación de hechos, afirmaciones basadas
en datos, análisis racional, propuesta de fines, presentación
de hipótesis o alternativas, actuación sobre
la base de fines relacionados con las circunstancias, momento
de evaluación, conciencia del ajuste medio-fines).
Estas
dos notas (desarrollo económico-industrial, y aprendizaje
para la convivencia) han sido tomadas a modo de ejemplos como
dimensiones requeridas por los tiempos, que la educación
debe atender. Más notas pueden agregarse. Vivimos en
una sociedad de cambio acelerado. La educación, si
desea responder al desafío de los tiempos, ha de brindar,
más que contenidos inertes, habilidades para enfrentar
la situación cambiante; capacidad para enfrentar situaciones
inéditas; inventiva para descubrir nuevos recursos;
flexibilidad para ajustarse a lo no previsto. Asimismo ha
de brindar criterios o actitudes con respecto a la dimensión
internacional en la que nos movemos. Mannheim señaló
que estando apenas ajustados por la educación para
una sociedad local o nacional, es obvio que fracasemos en
relaciones de tipo internacional. No hemos sido preparados
para ello.
Las dos
notas mencionadas pueden ser consideradas como “funciones
sociales” o áreas de cultura (según el
lenguaje del Planeamiento Integral de la Educación).
No son las únicas. Es resorte de las autoridades que
conducen la educación fijar esas funciones y los fines
que con ellas se conecten.
Es tarea
indelegable de la Política Educativa fijar los objetivos.
Los pedagogos pueden suministrar sugestiones y tienen como
tarea luego, desdoblar esos fines hasta convertirlos en las
experiencias concretas del aula.
El producto
deseable es el resultante de los objetivos prefijados. Por
ellos, en el capítulo VII nos detendremos en el análisis
de la naturaleza de los fines.
Capítulo VI
Principio organizador de la estructura
educativa argentina
¿Cuál es el sentido de la estructura educativa
argentina? Tratándose de un sistema ha de tener sin
duda un principio que de algún modo lo organice, lo
haga funcionar con respecto a él. ¿Cuál
es ese principio organizador de nuestro sistema educativo?
La misma pregunta ha sido formulada en informes de otras épocas,
tales como el de Saavedra Lamas.
Como
se ha indicado en el capítulo III, ha habido importantes
modificaciones de hecho en la estructura educativa argentina.
Se han introducido cambios, aunque quizá muchos de
ellos no respondían a objetivos claros. Ello desdibuja
quizá un tanto el sistema y hace aparecer como difícil
indicar el principio organizador.
Sin embargo,
creemos que aún es válida la afirmación
de Saavedra Lamas-Mercante, cuando en el estudio de 1916,
afirmaron que el eje o principio organizador de la educación
argentina está asentado en el fin de la Universidad.
Esto sobre todo es cierto con respecto a la enseñanza
media. Nuestro sistema está pensado partiendo de la
Universidad o para responder a sus requisitos. Apunta hacia
ella. "Se subordina el cuadro de conjunto a la finalidad
dominante del doctorado y la instrucción universitaria
superior", afirma Saavedra Lamas. Y en otra parte: "La
instrucción en general de toda la República
está toda canalizada hacia la finalidad exclusiva de
la superior" (tomo II, pág. 371). (Y observemos
que Saavedra Lamas usa el término "exclusiva"
incluyendo la significación de "excluyente").
En otra parte: "La finalidad universitaria hacia la cual
se encamina, dirige y concreta toda la instrucción
nacional..."
En síntesis,
nuestro sistema educativo está planeado para "ser
doctor". La Universidad subordina los demás ciclos
a sí misma. De aquí que los restantes ciclos
(primario y secundario) carezcan –al margen de las suposiciones
teóricas– de fines propios, lo que se observa
más agudamente en el caso del ciclo secundario.
Pero
esto incluye algo más importante. La organización
escolar argentina resulta antidemocrática pues sólo
sirve a los pocos que pueden llegar a ese punto superior.
(Es un hecho real e innegable que llegan pocos).
Así
leemos en el informe que citamos: "La nación no
cumple con su deber de dar la instrucción que reclaman
todos los jóvenes aptos. De hecho resulta sacrificada
toda la enseñanza a la finalidad de un grupo selecto.
En realidad de verdad, nuestro régimen es aristocrático";
y en otra parte: "Quiere decir también que en
la configuración señalada, en la canalización
fatal e irresistible, nuestro régimen ha dejado de
ser democrático".
Aunque
el principio organizador se halle hoy un poco desdibujado
por sucesivos agregados, estimamos que evidentemente sigue
siendo el eje de todo el sistema. Una prueba de ello es la
rigidez de la transición de un ciclo a otro. Quien
no aprueba todo el secundario no ingresa a la Universidad.
Esa rigidez salvaguarda las exigencias que la Universidad
pone. Se piensa en los que van a estar en el nivel superior,
pero no existe preocupación por los que quedan apretados
o encerrados en el ciclo inferior sin concluir.
Si el
eje es la Universidad, es obvio que la Escuela Secundaria
argentina haya estado merodeando siempre alrededor de su carácter
de "preparatoria". Era forzoso. Por ello poca flexibilidad
pudo serle incorporada.
Hoy quizá
nos vemos precisados a reclamar la existencia de diversos
principios organizadores y no únicamente uno (el de
la instrucción superior). Hoy es necesario –si
atendemos al imperativo, enunciado en otra parte de este trabajo,
de la extensión de la enseñanza– estructurar
la enseñanza secundaria o el ciclo medio en general
en torno de objetivos y finalidades propias.
Sólo
la presencia de fines y objetivos propios y autosuficientes
puede tornar en real y efectiva la "extensión"
de la educación que se propicia. De otro modo se caerá
en la inconducencia de dotar a muchos de un ciclo "preparatorio"
de algo que luego no continúa.
La enseñanza
secundaria ha de tener fines propios y favorecer la actuación
independiente de los que por ella pasen, finalicen o no sus
estudios secundarios, ingresen o no a los estudios universitarios.
La exigencia
de "extensión" permite además pensar
en la consideración de los niveles primario y secundario
como una "unidad integrada" y a la que podemos asignar
fines propios. En síntesis, ambos ciclos pueden asignarse
su propio principio organizador, que de modo formal se puede
enunciar la satisfacción de las necesidades de los
individuos que a ellos concurren en concordancia con las exigencias
de la sociedad en que se encuentran.
El principio
organizador ha de tomar en consecuencia el siguiente doble
criterio:
a) Desarrollo
del individuo; estudio y satisfacción de las necesidades
que el individuo trae. Esto es de nuevo retomar el concepto
de la Escuela Intermedia, que se hacía coincidir con
la problemática de la pubertad.
b) Exigencias
sociales: ha de darse respuesta a la realidad argentina concreta
y el futuro encerrado en ella. Educación que brinde
salida para una vida de trabajo o independiente en lo posible.
Escuela en relación con el real mercado ocupacional.
Escuela que brinde pluralismo de salidas (no meramente preparar
para la instrucción superior).
Basta
que la enseñanza fije sus propios fines, de modo independiente,
para que traslade a sí misma el principio organizador
que hoy está desplazado a nivel más alto y externo
a la misma.
Como
una norma adicional a la estructuración de esa unidad
"primaria-secundaria" se señala que ha de
posibilitarse una elástica y flexible conexión
(vertical y horizontal) de cursos o carreras o materias. (Una
estructura es generalmente rígida cuando su principio
estructurador no está en ella misma. Cuando lo está
sabe que ha de reformularlo, replantearlo, para tornarlo real).
Lo que
antecede no invalida otra norma adicional que es: la educación
ha de llevar siempre hacia algo que la continúe (flexibilidad
vertical); no ha de quedar trunca y obstaculizada por barreras
formales.
Insistimos,
para concluir, que tanto la fijación del producto escolar
(resultante de fines) como la determinación del principio
organizador no son un acontecimiento espontáneo y azaroso,
sino producto de una voluntad política consciente.
Capítulo VII
Sobre la naturaleza de los fines
Previo a la propuesta central de este trabajo y por lo dicho
en el capítulo V se estima necesario presentar, de
modo muy esquemático, consideraciones sobre la naturaleza
de los fines de la educación, que suponen un planteo
renovado de los mismos.
En cierto
aspecto, estas consideraciones afectan formalmente a los fines,
cuales quiera sea el contenido material de estos.
Bajo
el ángulo tradicional, el fin era absolutamente previo;
era la posición del acto de voluntad. Por tratarse
de una voluntad no creadora, debían elegirse medios
que tornaran en real lo que era simplemente objeto de la voluntad.
Los medios coincidían con la actividad misma. Y los
medios cumplidos uno a uno llevaban al fin, como lo último
en el orden de la ejecución. No cabe duda, que, bajo
el ángulo pedagógico, se produce una escisión
entre fin y medios. Así, resulta claro para el que
planea un plan de estudios el por qué se dicta didáctica
general en cuarto año del magisterio, pero en la actividad
diaria y concreta –enfrentando únicamente el
hecho– la significación de esa actividad no es
tan clara o meridiana. Y no lo es particularmente para el
educando que no ha cooperado en la formulación del
fin.
Un concepto
renovado de fin lo presenta como "un bosquejo general
de la actividad misma", no como algo previo y absoluto.
El fin parte de las circunstancias; el fin mismo se traslada
a la actividad; fin y medios se enlazan en la realidad de
modo tan estrecho que actuar ya no es realizar medios, sino
–lo que importaba– realizar fines en cada uno
de los momentos.
El fin
es considerado como interno a la actividad misma. Es decir
que al actuar se percibe la significación de lo que
se hace. Importantes consecuencias pedagógicas resultan
de este criterio: los que actúan –educador y
educando– han de tener conciencia del fin en cada momento.
Han de participar en la formulación del fin, o al menos
en la conciencia de lo que se encuentran haciendo, sin ser
válido remitir lo que se hace ahora a un supuesto final
que espera dentro de cinco años. ("Debe estudiarse
esto porque va a ser útil más adelante, dentro
de dos años...")
Por supuesto
que esta concepción del fin modifica la naturaleza
de la actividad escolar y particularmente la estructura de
un plan o curso de estudios. El fin perseguido debe estar
presente en cada hora de clase de cada área de estudios.
Fomentar la actividad de los alumnos sin que perciban el fin
es fomentar una conducta no inteligente, y por tanto no conducente
a lo que en otra parte del trabajo se señaló:
creación de una actitud racional y crítica.
Los fines
son experimentales, es decir, bosquejos de actividad que se
tornan posibles al "actuarse", que se comprueban
como verdaderos fines en la acción. Fines para los
que no existen medios efectivos no pueden recibir el adecuado
nombre de fines.
Los fines
han de ser operacionales y formulados de modo que el logro
de lo perseguido coincida con lo planeado en el bosquejo.
Es decir, bosquejos que tengan posibilidad real de tornarse
en reales. Si decimos: el fin de la educación es lograr
la felicidad de la humanidad, a menos que fijemos cuáles
son los elementos concretos, reales, logrables, que constituyan
la felicidad, nos estaremos manejando con declamatorias expresiones
de deseos.
El fin
operacional permite la verificación de lo perseguido.
Mientras no se traduzca a términos operativos el significado
"desarrollo armónico e integral de la personalidad"
nos estaremos manejando con una vaguedad que puede encubrir
cualquier cosa, e incluso justificar u ocultar el que no hayamos
logrado lo que perseguíamos, porque en última
instancia no se sabe muy bien lo que se persigue.
Existen
técnicas para convertir los fines en operacionales
en el campo de la Educación. Esas técnicas del
"desdoblamiento operacional" de los fines han sido
elaboradas por el Planeamiento Integral de la Educación
o la Teoría del Currículum.
Antes
de hacer referencia a esta Teoría, deseamos insistir
que toca a la Política Educativa fijar con claridad
los objetivos que desea alcanzar a través de la educación.
Toca a los políticos o a las autoridades que gobiernan
la educación determinar el "producto escolar deseable".
Toca a los pedagogos y educadores convertir el objetivo o
aspiración en realidad, a través de sus medios,
técnicas y conocimientos especializados.
Con respecto
a la Doctrina del Currículum mencionamos los momentos
del desdoblamiento de los fines: Objetivos generales y áreas
de cultura; objetivos generales de nivel; objetivos generales
de materia; objetivos generales de grado; objetivos específicos
de materia; propósitos.
El objetivo
o aspiración fijado por la Política Educativa
ha ido siendo colocado, paso a paso, dentro de situaciones
más concretas. Ha sido transformado en actividades
posibles, ha sido traducido en experiencias. Estas experiencias
cargadas, plenas de sentido, son las que enfrenta en el aula
el educando –haciéndolas conjugar con sus propósitos–,
dentro de esta concepción difundida del Currículum.
Citamos
de las Jornadas Interuniversitarias de Enseñanza Media
los Objetivos Generales de nivel fijados por aquellos especialistas
(Ver Apéndice. Distinción entre formación
general y Preparación Especial. Los once objetivos
dentro de Formación General, y dos para Preparación
Especial).
Esos
once objetivos pueden ser considerados áreas de acción
o funciones sociales. Y a partir de ahí puede transformarse
lo postulado en operacional recorriendo el camino hacia las
experiencias.
Los fines
se crean. Los fijan los hombres. Bajo este aspecto podemos
decir que no existen "los" fines de la educación,
como si esta tuviera en sí un tipo de finalidad que
surge de ella misma. Algunos o todos los objetivos mencionados
en esta lista pueden perfectamente aceptarse. Sólo
restaría esa tarea de transformación de una
mera fórmula en una realidad vivida de modo significativo
por los alumnos en el aula.
En el
capítulo siguiente se presentan alternativas para el
ciclo medio.
Cada
alternativa implica o configura un fin. Como los fines son
creados, se puede elegir cualquier alternativa, siempre que
esté en relación con los requisitos de la Política
General.
A partir
de ese fin elegido y teniendo en cuenta lo analizado respecto
a la naturaleza de los fines, deberán determinarse
los objetivos generales y especiales pertinentes.
Quizás
parezcamos redundantes en nuestra insistencia pero ¿cuántos
educadores pueden indicar cuál es el fin de la enseñanza
secundaria? Quizá descubriríamos que no lo tiene
y entonces ¿cuál sería el sentido de
nuestro quehacer en el aula?
Capítulo VIII
Alternativas posibles
Considerando todo lo expuesto anteriormente, plantearemos
a continuación una serie de propuestas concretas para
esbozar lo que a nuestro juicio debe ser una reforma general
de la enseñanza media argentina. Dos advertencias debemos
hacer. La primera es que nadie debe suponer que sea posible
realizar una reforma de ese tipo si no se encara una reforma
general de la enseñanza en todos sus niveles. Si persistimos
en el equivocado concepto de considerar a cada grado de la
enseñanza como un mundo aparte y si mantenemos la errónea
costumbre de limitarnos a un solo grado por temor a rozar
presuntas susceptibilidades o autonomías, es inútil
hablar, seriamente, de reformas. No se trata para nada, en
lo que sigue, de conflictos entre partidarios u opositores
de la ley 1420, por motivos que en nada tienen que ver con
las reformas que presentaremos; ni se trata tampoco de atacar
o defender, tradiciones o instituciones. No nos ocupa –ni
nos interesa– si el Consejo Nacional de Educación
debe subsistir o no; si funcionarios del Consejo Nacional
de Educación Técnica –citamos a modo de
ejemplo– sienten peligrar sus situaciones; si la Universidad
insiste en que nadie tiene derecho a dictar normas para el
ingreso de los estudiantes; si los normalistas se ofenden
porque se altere o desaparezca la estructura clásica
de sus escuelas; y ni siquiera estamos dispuestos a polemizar
con quienes, a los argumentos de tipo técnico, repliquen
con declamaciones e invocaciones a próceres o a instituciones.
Hemos dicho alguna vez –y lo reiteramos– que la
pedagogía romántica, llena de grandes palabras,
aunque poco precisa, debe ceder el lugar a una pedagogía
técnica y definitoria, que no necesite hablar de la
vocación ni del apostolado para decir cuál es
la misión del maestro en la sociedad, ni de grandes
discursos para precisar el papel de la escuela.
La segunda advertencia es que, comprendiendo que no es sencillo
realizar las grandes reformas educativas en un solo movimiento,
presentamos algunas alternativas que pueden entenderse como
pasos previos, para realizar paulatinamente hasta tanto se
llegue al último. Este movimiento final, que presentamos
como la última alternativa posible, es, naturalmente,
la propuesta concreta que nos parece el ideal a que debe aspirarse
hoy en la Argentina en materia de enseñanza media.
A nuestro juicio, además, ese ideal es factible de
realizar ya mismo, si se procede con calma y poniendo en ejecución
el plan en forma progresiva, a fin de no afectar a los jóvenes
que tengan estudios comenzados con otros sistemas.
Creemos también, finalmente, que toda reforma de la
enseñanza media debe hacerse inexcusablemente por vía
legislativa. Ante todo, porque esto afectaría otras
leyes que no pueden modificarse sino es por la acción
del Congreso; y luego porque toda reforma que carezca de la
garantía de estabilidad que significa una ley, está
condenada a desaparecer en breve lapso.
La opinión pública, los educadores, los órganos
de la prensa, las instituciones culturales, económicas
y empresarias deben dar sus puntos de vista y el aporte de
todos permitirá perfeccionar las sugerencias que ofrecemos.
Eso sí: la Argentina no dispone ya de mucho tiempo
más. Sus estructuras educativas actuales son tan inadecuadas,
que si no se transforman pronto, según la exigencia
de la hora, los riesgos que corre la nacionalidad son gravísimos.
Más graves que los que puede provocar una crisis económica
o política.
Las alternativas que proponemos son cuatro, dependientes a
su vez, de los fines básicos que se prefieran para
la enseñanza media.
1
Fin preparatorio para la Universidad: escuela media de seis
años de duración –bachillerato–,
luego de seis años de escuela primaria. Además,
habría escuelas técnicas, comerciales y normales,
que se considerarían "marginales" de la enseñanza
media propiamente dicha, la cual se daría en el ciclo
de bachillerato. Consistiría este en un plan de seis
años de estudio, de tipo lineal, uniforme, enciclopédico,
pensado en función del futuro universitario y, en consecuencia,
seleccionador de capacidades, decantador de inteligencias.
En una palabra: sería retomar la senda de la escuela
media tradicional, de tipo europeo, con formación clásica
y científica, para grupos minoritarios que constituirían
el núcleo apto para la Universidad. Lo esencial de
esta escuela media sería el alto nivel de exigencia
y la severidad extrema de sus planes, programas y procedimientos
didácticos.
La admisión
a este ciclo se haría también mediante un severo
examen de selección. Las restantes ramas de a enseñanza
media no abrirían el rumbo a las universidades, salvo
mediante exámenes complementarios o de equivalencias.
2
Igual que el anterior pero con segundos ciclos especializados:
la estructura del ciclo del bachillerato sería similar
a la anterior, pero el plan de estudios estaría integrado
con algunas materias optativas en los últimos años,
no para formar un "bachiller especializado", sino
para permitir el desarrollo de orientaciones personales y,
asimismo, obtener una mayor preparación para los estudios
superiores que el alumno piense seguir. Aún caben dos
posibilidades dentro de esta alternativa:
a) ciclos
superiores especializados pero con una formación básica
uniforme general que permita la obtención de un diploma
único, que habilite para el ingreso a cualquier facultad.
b) ciclos
superiores especializados con mayor rigor, de tal manera que
se concedieran diplomas habilitantes para el ingreso a determinado
grupo de facultades.
En el caso a), se puede realizar el sistema
mediante la inclusión de materias optativas en los
planes de estudio desde tercer año; en el caso b),
los años quinto y sexto debieran tener en sus planes
de estudio, además de las optativas del plan anterior,
contenidos obligatorios francamente especializados. Es decir,
que quinto y sexto año serían, de hecho, los
cursos preparatorios para el ingreso a las respectivas facultades.
3
Fines preparatorio y profesional: se trataría de formalizar
una enseñanza media que procurara atender, a la vez,
las necesidades de los futuros universitarios y brindar una
capacitación profesional de nivel medio, aceptable
para desenvolverse con ella en el plano laboral y para continuar
estudios superiores técnicos. Es una meta muy difícil
de obtener, porque considerar simultáneamente los dos
fines plantea problemas organizativos casi insolubles. Sin
embargo, los tiempos actuales exigen hacer el esfuerzo. Tal
tipo de escuela no puede mantener tan alto nivel de exigencias
seleccionadoras de las mejores capacidades para proseguir
estudios universitarios. La selección debería
plantearse en el momento del ingreso a las respectivas facultades,
que serían las encargadas de los cursos o exámenes
propedéuticos correspondientes.
Podría, con esta base, organizarse toda la enseñanza
media sobre un conjunto de direcciones que conducirían
a los diplomas de:
Bachillerato
humanístico
Bachillerato
científico
Bachillerato
artístico
Bachillerato
normal (magisterio)
Bachillerato
comercial
Bachillerato
técnico (escuelas industriales)
etc.,
etc.
4
Replanteo de la escuela intermedia
Fin preparatorio,
profesional y general: es decir, obtener una escuela media
que abra todos los rumbos al joven, sin cerrarle ninguno en
forma apriorística por razones económicas, sociales
o de presuntas incapacidades en sus años primeros;
dé una formación general adaptada a los tiempos
actuales; capacite para los cambios próximos, y permita
una orientación adecuada.
En una
palabra, y como lo dijimos en un informe que presentamos a
la Universidad de Buenos Aires con referencia a la situación
del Colegio Nacional de Buenos Aires, en colaboración
con el entonces rector de ese establecimiento, ingeniero Adolfo
Cattáneo:
"Constituye
el deseo de brindar al país una escuela secundaria
que contemple no sólo el acceso a la Universidad sino
también la formación de un hombre útil
al país en otras esferas no necesariamente universitarias.
Esta alternativa no es otra que el replanteo de la escuela
intermedia con los tres años iniciales para todos los
alumnos, en los cuales la enseñanza de las asignaturas
no especializadas estuviese a cargo de un reducido número
de docentes. Tres o cuatro años de enseñanza
media posterior, con planes de estudio especializados u orientados
de acuerdo con la vocación del alumno, además
de complementar su cultura general, permitirían orientarlos
hacia los estudios universitarios, o dotarlo de capacitación
para otras funciones sociales no universitarias".
Esta
reforma que proponemos como la mejor posible, a nuestro juicio,
implicaría también otra fundamental: la prolongación
de la obligatoriedad de enseñanza, que creemos debe
ser llevada a un mínimo de nueve años de escolaridad.
La complejidad cultural de los países más desarrollados
exige hoy una formación mayor en todos los habitantes
y la simple alfabetización o la escuela primaria no
bastan ya para hacer frente a la vida de nuestros días,
ni en el campo del trabajo ni en los niveles culturales generales.
Proponemos,
pues, una ley de educación general que establezca la
siguiente estructura educativa:
I) Escuela
primaria: 5 años
II) Escuela
secundaria inferior: 4 años
III)
Escuela secundaria superior: 4 años
La escuela
primaria y la escuela secundaria inferior (total 9 años),
obligatorias. El conjunto de estudios hasta concluir el ciclo
secundario sería de trece años, o sea uno más
que el actual, pero se supone que al adoptarse este sistema
se establecerían las conexiones necesarias con el ámbito
universitario para evitar que el estudiante que ha concluido
sus cursos secundarios necesite un año más para
preparar su ingreso a la facultad por lo que, en la práctica,
no habría aumentos ni prolongaciones de años
de estudio.
Caracteres
generales de cada ciclo
I) Escuela primaria
Correspondería
a los actuales grados primero inferior, primero superior,
segundo, tercero y cuarto de la escuela primaria, es decir,
a lo que verdaderamente es enseñanza elemental. Sus
contenidos deberían ser discutidos en su oportunidad
y en caso de plantearse concretamente el enfoque general que
proponemos.
II)
Escuela secundaria inferior
Duración:
4 años
Caracteres:
Uniforme para todos los alumnos.
Obligatoria.
Orientadora,
mediante una labor didáctica que se ocupe de dar esa
orientación, a los alumnos y a los padres, con los
servicios especializados correspondientes y utilizando contenidos
que tengan en cuenta esa finalidad. (Inclusive, contenidos
optativos en los dos últimos años).
Contenidos:
a) culturales preparatorios para los estudios secundarios
superiores.
b) culturales
generales para una formación general para la vida social,
política, familiar, higiénica, etc.
c) culturales
prácticos, de tipo artesanal, profesional y técnico.
Estos
tres grupos de contenidos deben considerar, además,
y de manera principal, la finalidad orientadora de la escuela,
de tal manera que al término de este ciclo (es decir,
al concluir la escolaridad obligatoria) el alumno y sus padres
cuenten con la mayor suma de orientación posible sobre
las actividades futuras de estudio o de trabajo (y si es de
estudio, de qué tipo) del joven.
Organización
y metodología: Sólo corresponde que propongamos
ahora unos cuantos puntos básicos en lo que respecta
a organización y metodología.
Esta
escuela secundaria inferior constituiría el grado más
delicado para su organización y para su problemática
didáctica. En ella se resolvería, en la mayor
parte de los casos, el destino de cada alumno y en ella se
determinaría su éxito o fracaso en los diversos
rumbos.
Creemos
que es esencial, por lo tanto, que esta escuela secundaria
inferior se organice con edificios propios, o sea que no se
desenvuelva en el ámbito material de la escuela primaria
ni en el de la secundaria superior.
En el
primer año de la escuela secundaria inferior (actual
quinto grado) no podrá haber más de dos profesores
para dictar los diversos contenidos del plan de estudios,
a excepción de los profesores de materias especiales
y de las actividades prácticas y profesionales o técnicas.
Uno de aquellos dos profesores deberá ser el director
de la sección respectiva y conviene que se trate de
personal docente con título de profesor de enseñanza
media y de maestro primario, y, preferentemente, que sea personal
con experiencia en escuelas primarias. En el segundo año
(actual sexto grado) podrá haber hasta tres profesores,
a excepción de los de materias especiales, y uno de
ellos será también director o coordinador. En
todos los casos, el director o coordinador será el
responsable principal de las funciones de "orientación",
con el auxilio del personal especializado necesario y tendrá
como misión principal la atención y consulta
con los padres.
En tercero
y cuarto año de la escuela secundaria inferior podrá
aumentar el número de profesores según lo exijan
los contenidos, pero siempre habrá un director o coordinador
de sección.
En tercero
y cuarto año, deberá darse importancia especial
a las actividades prácticas y/o profesionales, con
vistas a una formación general completa y a la orientación
futura de cada alumno. En estos dos años debe decidirse
esa orientación y, en consecuencia, son los años
en que corresponderá incluir contenidos optativos no
obligatorios, tanto en los de tipo cultural preparatorios,
como en los culturales generales o en los culturales profesionales.
Es fundamental,
de cualquier modo, que al término de la escuela secundaria
inferior, todo alumno se encuentre en condiciones de proseguir
cualquier tipo de estudio o de iniciarse con un mínimo
de provecho en el mundo del trabajo.
III)
Escuela secundaria superior
Podría
organizarse en dos direcciones principales:
a) preparatoria
para la universidad.
b) profesional.
Este ciclo
preparatorio para la Universidad podría comprender
dos años iniciales comunes y luego dos años
con orientaciones diversas o francamente especializadas (ver
alternativa II).
El ciclo
profesional podría comprender tres sub-direcciones
principales: normal, comercial, técnico.
En cada
uno de estos casos se pueden contemplar también dos
alternativas: hacer ciclos profesionales puros, que preparen
un buen técnico o profesional de nivel medio, o hacer
ciclos profesionales que, a la vez, abran rumbo a estudios
superiores dentro de la misma orientación. Esto se
puede lograr mediante opciones internas que seleccionen los
propios alumnos en los dos últimos años.
Conclusión
En síntesis: la propuesta que hacemos de reforma de
la enseñanza media afectaría, naturalmente,
a los restantes grados de la instrucción pública,
ya que no se puede realizarla sin una reestructuración
general. Creemos que ello es indispensable e insistimos en
que el nuevo ciclo que planteamos es el punto neurálgico
de esta reforma. En 1916 esto se vio con claridad en nuestro
país. Cincuenta años después –como
hemos dicho anteriormente– en casi todo el mundo se
lo comprende y de una manera u otra la proposición
de dividir al actual ciclo medio en dos grandes ciclos (uno
básico y otro superior) se encuentra en todas las recomendaciones
y conclusiones de informes, congresos, jornadas o seminarios.
Los antecedentes
que siguen, revelan que desde hace cien años en la
Argentina nos estamos ocupando de este problema. Inexplicablemente,
hemos sido incapaces de hallar las soluciones adecuadas. Si
nuestro modesto esfuerzo sirve para que, al cabo, retomemos
la senda de audacia creadora que caracterizó a otras
épocas de nuestra historia y para que las estructuras
educativas argentinas comiencen a adecuarse a nuestras necesidades
presentes y futuras, habremos colmada nuestras esperanzas.
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