Los
objetivos de la Escuela Media
Prólogo
Escribo
este prólogo, a sabiendas, en un tono que confunde
la introducción de carácter conceptual referida
al tema del cual se ocupa el texto respectivo y la confesión
propia de un volumen de memorias.
Es
innegable que en mi ánimo pesa, en este momento, una
especie de cansancio o de aburrimiento, de hartura probablemente,
por todo cuanto tiene que ver con los asuntos educativos y
en particular los escolares. No ha muerto en mí, sin
embargo, el apasionamiento por el tema ni ha desaparecido
la honda vocación docente que me acompaña desde
hace tantos años. En cambio, siento, en la intimidad
más honda de mi espíritu, la necesidad o la
conveniencia de un silencio prolongado de mi parte en el marco
de las polémicas, discusiones o simplemente exposiciones
públicas vinculadas con aquellas cuestiones.
Si
este estado de ánimo tiene justificación o no
en las circunstancias actuales –en “mi circunstancia”–,
si un silencio de ese tipo puede admitirse o bien condenarse
como incumplimiento de un deber social, o si quizá
sólo se funda en un problema temperamental, son alternativas
todas posibles pero que no importan. Cuenta la existencia
de ese “animus” y es responsabilidad irremediable
de mi conciencia la decisión en cualquier sentido.
Quiero
señalar, sin embargo –y entro entonces al asunto
de esta obra–, que razones para el cansancio o más
bien para un cierto hastío, no faltan.
¿Cuánto
hace que se proclama en todos los tonos y desde todas las
tribunas –en el orden internacional y en nuestro país–
la necesidad urgente de transformar en profundidad las estructuras
organizativas del sistema educativo en todos sus niveles?
Es sobre todo por cuanto se refiere a la enseñanza
media que los reclamos son más fuertes y las modificaciones
pedidas más profundas. No menos de tres décadas
pueden contarse, pues en especial desde el fin de la segunda
guerra mundial el fenómeno mencionado adquirió
características universales y de alta intensidad.
Por
mi parte, he consagrado a esa misma finalidad buena parte
de mis empeños en los últimos veinticinco años.
Lejos de mí pretender ahora cualquier tipo de exclusividad
al respecto y mucho menos de originalidad, o de primacías
cronológicas en esa labor, pero creo que, en el pequeño
y modesto ámbito de los estudios pedagógicos
argentinos de nuestros días, he sido al menos uno de
los infatigables sostenedores de la idea de que la escuela
media es el punto central del proceso de evolución
de los sistemas educativos contemporáneos y consecuentemente
de que ese nivel escolar es el llamado a las transformaciones
más hondas en su estructura, no sólo en sus
planes o programas de estudio sino en su sentido, en su régimen
organizativo y sobre todo en su vinculación con el
ámbito social, el mundo del trabajo y los estudios
superiores.
He publicado libros –uno en colaboración–
específicamente destinados al tema, e innumerables
artículos; he pronunciado conferencias en todo el país
y he dictado cursos y cursillos. El breve lapso de seis meses
durante el cual ocupé el cargo de director general
de Enseñanza Secundaria, Normal, Especial y Superior
entre agosto de 1966 y marzo de 1967 sólo sirvió,
obviamente, para reforzar mis convicciones en la materia pero
no para poder hacer algo concreto.
En
1976, la dirección del “Proyecto DINEMS-PNUD-UNESCO
Arg./73/001” –plan de colaboración entre
la Unesco, el Fondo Especial de las Naciones Unidas para el
Desarrollo y el Ministerio de Cultura y Educación de
nuestro país– por intermedio de la Dirección
Nacional de Enseñanza Media y Superior solicitó
mi colaboración. El Proyecto estaba dirigido al perfeccionamiento
de la enseñanza media. Acepté y durante el segundo
semestre de 1976 y todo el año 1977 tuve ocasión
de recorrer el país en sucesivos encuentros con personal
directivo, de supervisión o docente a cargo de departamentos
de materias afines o de materias pedagógicas del nivel
terciario de establecimientos dependientes de DINEMS y de
establecimientos secundarios provinciales, privados o dependientes
del CONET.
Expuse
mis ideas en Santa Fe, Mendoza, Tandil, Jujuy, Santa Rosa,
Catamarca, La Plata, San Fernando, Morón y Quilmes
y en Capital Federal (en este caso en tres encuentros), y
en cada ocasión con la presencia de representaciones
de numerosas localidades cercanas.
Por
el contacto humano de vasta representatividad, debo destacar
también que como colaboración especial del Proyecto
citado con las provincias del Nordeste, estuve una semana
en Resistencia para trabajar con personal de supervisión
de escuelas medias provinciales de Formosa, Chaco, Misiones,
Corrientes y Entre Ríos.
En
1976 desarrollé, en esos encuentros, el siguiente tema:
“Adolescencia y escuela media”, con este subtítulo
ya suficientemente definitorio: “La escuela media como
estructura contradictoria con la etapa adolescente”.
En 1977, el tema fue: “Los objetivos de la enseñanza
secundaria”.
Además,
como final de mis obligaciones contractuales con el Proyecto
citado, entregué en cada ocasión, al término
de los encuentros, una síntesis de las ideas desarrolladas
y como complemento del segundo tema añadí, por
pedido especial de la dirección del Proyecto, un apéndice
sobre: “Alternativas curriculares para el perfeccionamiento
de la escuela media”*.
Al
correr, luego, los años siguientes y hasta hoy, advierto
que sucédense diversos ministros de Educación
en nuestro país y una vez más se discute en
torno de cuestiones que consideradas en abstracto, o en sí
mismas, pueden ser importantes pero que vistas en el conjunto
del problema no pasan de ser baladíes o irrelevantes.
Insístese en modificar, por ejemplo, un “programa”
de estudios –hoy algo de Ciencias Biológicas,
mañana algo de Formación Moral y Cívica,
después algo de Física–, o en todo caso
en alterar parcialmente el plan de estudios de la escuela
media. ¡Cómo si esto importara algo! ¡Cómo
si un plan o programa diferente contara ya a esta altura!
El
problema de fondo es otro: por ejemplo, si la escuela media
misma, como tal, como hoy existe, es todavía necesaria
o no. O también, si es posible aprender historia, o
siquiera algo de historia, sea cual fuere el programa o el
plan, con el actual régimen organizativo y didáctico
de la escuela media.
En
materia de asuntos escolares, en particular con respecto a
la escuela media, nos encontramos en una situación
que podría compararse con la de la empresa propietaria
de un viejo, viejísimo barco carguero, prácticamente
inservible ya, con sus calderas de carbón y sus maquinarias
obsoletas y sus características inadaptadas para los
sistemas modernos de operaciones de cargas y hasta imposible
de adaptar para los nuevos sistemas de seguridad y gobierno
de la navegación, pero que en cambio de emplear su
tiempo en considerar la incorporación de un nuevo barco,
dedicara sus recursos humanos, su escaso capital y larguísimas
deliberaciones a discutir el color de la pintura que correspondería
a la pobre, vieja, incómoda y estrecha cámara
del capitán. Imaginemos que mientras el viejo barco
recorre penosamente todavía unas pocas millas cumpliendo
servicios absolutamente deficitarios, la compañía
armadora contratara expertos e ingenieros para discutir si
se puede mejorar un poco las cuchetas del personal embarcado
y entonces, después de grandes estudios e inversiones,
cambiara los apolillados colchones y almohadas de estopa por
una moderna línea de almohadas y colchones de espuma
de goma.
Con
la cámara del capitán pintada a nuevo y con
modernos colchones para la tripulación, el barco saldría
otra vez a navegar... tan deficitariamente, tan tristemente,
tan inútilmente como antes.
Renovar
un programa aisladamente en la escuela media argentina es
incurrir en el error de aquella compañía armadora.
El
programa estriba en la estructura integral, más aún,
en el sentido mismo de la escuela media y de las instituciones
educativas en este momento histórico.
Al
advertir la perduración de este estado de cosas, aquel
estado de ánimo al cual aludí al principio chocó
con una sensación de deber incumplido de mi parte si
no realizaba, por lo menos, el esfuerzo de hacer conocer,
siquiera una vez más, mi pensamiento. Porque, además,
con el trabajo realizado en el marco del Proyecto citado y
gracias a la oportunidad de establecer un contacto recreador
con la realidad de la escuela media argentina en múltiples
ubicaciones geográficas, sentí que culminaba
en mí una tesis que de un modo u otro vengo elaborando
hace mucho tiempo.
En
modo alguno caigo en el pecado intelectual de suponer un pensamiento
acabado o una tesis concluida. Pero, de momento, creo advertir
una idea suficientemente madurada y redondeada, por decirlo
así.
Juzgué
conveniente, entonces, recapitular esos trabajos y publicarlos
en un volumen. Revisé cuidadosamente los informes oportunamente
presentados, los cotejé con los apuntes que guardo
de los debates y las sesiones de trabajo cumplidas por los
asistentes a aquellos encuentros; reelaboré algunos
puntos, completé otros y ordené el material
dentro de otra secuencia. Fruto de esta tarea es, al fin,
el volumen que sigue.
Si
el lector, a esta altura, encuentra contradicción entre
un estado de ánimo relativamente cansado y aburrido
y la presentación de un libro que pretende nada menos
que renovar toda la estructura de la escuela media, tiene
razón. La contradicción existe. Pero, como diría
Unamuno, es un exceso de simplicidad olvidar que la contradicción
es una realidad con la cual hay que contar.
Lo
que ocurre es que a cierta altura ya no se sabe bien si vale
la pena insistir en ciertas ideas o si es mejor, o más
discreto, por no decir más cómodo, el silencio.
El
hombre, se ha dicho, es dueño de las palabras que calla
y esclavo de las que pronuncia.
Imagínese
el lector cuál es el grado de esclavitud de los hombres
que tenemos la mala costumbre no sólo de hablar sino
aún de escribir y de dejar nuestras palabras debidamente
firmadas, asentadas en libros, diarios y revistas.
Pero
en última instancia, como creo que dijo Carmelo Bonet
en un prólogo delicioso a un libro, también
muy bello, que desdichadamente he perdido: “Esto de
escribir es un vicio”. O, como recuerda el inolvidable
Alfredo de Vigny en la memorable traducción de Carlos
Obligado, en otro volumen inhallable: “La obra de la
pluma es como la botella que el náufrago lanza cerrada
al mar con la esperanza de llegar a buen destino: ¡Dios
velará por ella!”
Creo,
pues, firmemente, que la escuela media actual es mala, muy
mala; que perjudica gravemente a la adolescencia; que exige
inversiones cuantiosas casi sin frutos apreciables; que es
responsable de serios daños en el cuerpo social, y
que más tarde o más temprano la sociedad acabará
por descubrirlo y pasará por sobre ella de cualquier
manera. Creo que no son culpables de esto sus docentes ni
sus directivos, pues la estructura dentro de la cual están
obligados a actuar los perjudica todavía a ellos, los
frustra como profesionales y hasta los daña como personas,
aunque también creo que les cabe una responsabilidad
delicada en cuanto insisten a menudo en considerar sus propios
problemas laborales o sus particulares cuestiones didácticas
en función del contenido de sus materias en cambio
de atender el problema, primero, en su integralidad. Creo
que es urgente una transformación de fondo de la escuela
media y como colaboración con ese propósito
ofrezco las páginas que siguen.
Permítaseme,
para terminar, en una vuelta al tono propio de las confesiones,
una reflexión de carácter estrictamente personal.
Frente a las ideas expuestas en las páginas que siguen,
ante las propuestas tan concretas allí reunidas, bien
puede ocurrir que pase el tiempo, como está pasando
desde hace varias décadas, sin que nada se haga y sin
que nadie las tome en serio o se decida a ejecutarlas.
En
tal caso, es lógico que el autor se formule a sí
mismo este razonamiento: o bien sus ideas muy sensatas pero
no son entendidas ni apreciadas por la sociedad en la cual
le toca vivir, o bien sus ideas no tienen valor y por lo tanto
la sociedad hace bien en dejarlas de lado. En cualquiera de
ambas alternativas, lo mejor que puede hacer en el futuro,
lo más elegante y lo más sensato para su propia
salud mental y su equilibrio espiritual es callar, discretamente.
*Considero
pertinente expresar mi agradecimiento al director del Proyecto,
el profesor español, experto de la Unesco, Dr. José
Luis García Garrido; a su colaborador directo, el inspector
jefe de DINEMS, Prof. Julio González Rivero, y al entonces
director nacional de DINEMS, Prof. Rinaldo Poggi, por la oportunidad,
y principalmente, por la confianza que me brindaron al concederme
una libertad expositiva absoluta, sin condicionamientos de
ningún género, lo cual, por otra parte, constituyó
el motivo determinante de mi aceptación para cumplir
esta tarea.
|
Primera
parte
Presente y pasado de de la escuela media
Encuadre
histórico del tema
Introducción
La
consideración del tema propuesto exige su ubicación
histórica. La escuela media, en efecto, es un tipo
de organización social institucionalizada cuyos antecedentes
pesan en su vida actual, en sus características, en
sus modalidades y en su desenvolvimiento.
Pero
para llegar a esa ubicación histórica de la
escuela media, es indispensable –aunque el rodeo discursivo
pueda resultar aparentemente largo– una brevísima
ubicación histórica de los sistemas educativos
contemporáneos.
El
hombre de nuestros días, en el ámbito de la
civilización europeo-americana, y especialmente en
los países de un nivel mediano de desarrollo, está
habituado a considerar la existencia de los sistemas escolares
como una presencia tan natural e indispensable como la de
tantas otras conquistas de su entorno cultural contemporáneo:
los sistemas de provisión de energía eléctrica,
la organización social y política, la existencia
de un poder judicial independiente del poder político
o el disfrute de múltiples medios tecnológicos
para garantizar su subsistencia y su confort.
No
piensa, habitualmente, que casi la totalidad de ese entorno
cultural era desconocido apenas un siglo o un siglo y medio
atrás. Esto ocurre también con el sistema educativo
formal tal como ahora lo encontramos en la mayor parte de
los países del ámbito al cual hemos hecho referencia.
Basta retroceder ciento cincuenta años para encontrar
una realidad social en la cual la inmensa mayoría de
la humanidad pasaba su vida entera sin pisar las aulas de
una escuela. La escolaridad, en una palabra, es hoy un fenómeno
que, aún cuando en grados diferentes, le ocurre a casi
la totalidad de los habitantes en los países medianamente
desarrollados. Y en los más desarrollados, considerando
la cantidad de años que la mayoría de la población
pasa en la escuela, ello sucede en un grado intenso.
Pero
ni siquiera la escuela, aún aisladamente considerada,
o sea mucho antes de la estructuración integral de
los sistemas educativos contemporáneos, existió
siempre en la historia de la humanidad.
La
educación, en cambio, es un fenómeno inseparable
de cualquier realidad social.
La
escuela surge sólo cuando el patrimonio cultural propio
de cada sociedad se enriquece, en cantidad y en complejidad
de sus elementos constitutivos, al punto de necesitarse de
algún tipo de tarea organizada específicamente
para cumplir la función educadora respectiva*.
La
escuela, sin embargo, no reemplaza la acción educadora
de la sociedad. Nace, como se ha dicho, exclusivamente con
la finalidad de atender aspectos educativos que la sociedad
no puede satisfacer por sus propios medios.
Ahora
bien: la escuela, entendida como cualquier modelo organizativo,
por más sencillo que pueda ser imaginado, no aparece
diferenciada en niveles de enseñanza elemental, media
y superior tal como hoy la concebimos. Inicialmente, apenas
si se podría distinguir una enseñanza absolutamente
instrumental (básicamente ligada a la alfabetización
o dominio de la lengua escrita, para los reducidísimos
grupos humanos destinados a esta adquisición cultural)
y, en todo caso, una transmisión de los más
sencillos y elementales principios de carácter religioso,
de lo que hoy llamaríamos niveles de mayor profundización
o de prosecución de esos estudios iniciales. Nada similar
a nuestras organizaciones graduales, formales y hasta podría
decirse ritualistas, de un progresivo escalonamiento de niveles
y de grados dentro de cada nivel, con certificaciones y diplomas
a cada paso y regímenes institucionalizados de aprobaciones
y promociones, puede encontrarse en el mundo europeo-americano
hasta los siglos XII o XIII.
Por
ese entonces, nos encontramos con el primer modelo de institución
escolar organizado según caracteres formales y operativos
parecidos a los que todavía conserva en nuestros días.
Se trata de la universidad.
Habrá
que esperar a los últimos años del siglo XVI,
aunque concretamente el proceso queda definido en el XVII
y consolidado en el XVIII, para ver surgir los modelos de
lo que hoy es la enseñanza secundaria. Y por fin, sólo
en la segunda mitad del siglo XIX queda estructurada con los
caracteres actuales y difundida de manera efectivamente universal
la escuela primaria tal como en nuestros días la conocemos.
Todavía,
sin embargo, será necesario aguardar a nuestro siglo
para que estos tres niveles escolares terminen integrándose
formalmente en todos los países europeo-americanos,
hasta construir en verdad lo que damos corrientemente en llamar
el sistema educativo escolar o formal.
La
escuela media^
La escuela media es un tipo de organización escolar
que nace como consecuencia de la progresiva estructuración
pedagógica y operativa de los cursos preparatorios
para el acceso a la Universidad. Estos cursos estaban fundamentalmente
destinados, en un principio, a la enseñanza del latín,
la lengua única de los estudios en los siglos anteriores,
por lo menos, al XVII y quizás al XVIII. Más
tarde, sus planes de estudio añadieron griego, filosofía,
religión o teología, a veces historia. En síntesis:
una preparación que hemos dado hoy en llamar “clásica”
y que en los países de habla sajona sigue recibiendo
la denominación de “estudios liberales”,
porque mantuvieron la tradición de las siete artes
liberales de la Edad Media. Estas, a su vez, tomaron ese nombre
–liberales– de la tradición helénica,
cuando se las llamó así porque eran los estudios
propios de los hombres “libres”, o sea quienes
no debían trabajar en oficios manuales para ganarse
el sustento, condición más bien distintiva de
los esclavos en la sociedad ateniense. Esta observación
terminológica es importante. La escuela media, en efecto,
nació como un tipo de institución escolar bien
definida en sus objetivos esenciales, o sea la preparación
para el acceso a la Universidad; bien caracterizada en su
alumnado, que se reclutaba entre grupos minoritarios de la
sociedad, generalmente los jóvenes de la alta burguesía
en ascenso económico, cultural y político de
los tiempos modernos, y bien perfilada también en sus
modalidades didácticas y pedagógicas. Un currículum
de carácter enciclopédico, absolutamente opuesto
a todo criterio de especialización y más todavía
a cualquier pretensión profesional, y una metodología
impregnada de la tradición racionalista-aristotélica
fueron sus caracteres principales en toda Europa.
La
situación argentina
En la Argentina, la estructuración de la escuela media
se define –como casi todo el resto de los fenómenos
culturales, políticos y económicos– después
de 1853. Institucionalmente hablando, y al margen de los detalles
de tipo histórico o anecdótico que no cuentan
para el propósito de este trabajo, puede afirmarse
que el origen de la escuela media argentina se halla en el
decreto del 14 de marzo de 1863, por el cual el presidente
Mitre crea el Colegio Nacional de Buenos Aires, y en las inmediatas
(1864) y sucesivas creaciones de establecimientos idénticos
en el interior del país.
Este
Colegio Nacional era, en realidad, una especie de liceo moderno
como los que por entonces se insinuaban o comenzaban a estructurarse
en Francia, en Alemania y otros países europeos, como
modelo de compromiso entre la tradición estrictamente
clásica de los antiguos colegios secundarios europeos
–liceos, gimnasios, “grammar school”; etc.–
y los avances de las ciencias naturales o de los estudios
de las lenguas modernas, que la filosofía del positivismo
consideraba indispensable introducir en los planes de estudio
junto con los contenidos humanísticos o liberales.
Se
mantuvieron siempre, sin embargo, en la Argentina como en
Europa, los caracteres sociales y pedagógicos señalados
antes: grupos de población minoritarios y casi siempre
prevenientes de sectores sociales de origen quizá modesto
pero en buena posición económica o al menos
estimulados por una fuerte ambición de ascenso cultural
y social (incrementados en el caso argentino por las corrientes
inmigratorias reclutadas entre los sectores sociales con mayor
afán de progreso); interés predominante por
el acceso a los estudios universitarios; oposición
a todo criterio de especialización o de profesionalización,
y modalidades curriculares y metodológicas siempre
basadas en el ideal de la Enciclopedia y en el método
racionalista.
*He
desarrollado este punto y los de los tres párrafos
siguientes con amplitud en el capítulo 2, “Concepto
de educación y escuela”, publicado en el tomo
“La misión de la Pedagogía”, de
Ed. Columba, Bs. As., 1967.
^He
dedicado a la escuela media un capítulo especial –que
me permito recomendar, para la mejor comprensión del
tema, a quienes se interesen por la visión histórica
más completa– en el volumen La escuela y la sociedad
en el siglo XX, Ed. Estrada, Bs. As., 1970.
|
Encuadre
actual del tema
La
Revolución Industrial
El
fenómeno conocido habitualmente como Revolución
Industrial no es sino un salto brusco en una línea
constante en la historia de la humanidad.
El
hombre, desde sus más remotos orígenes, trabaja
para satisfacer sus necesidades. El animal no trabaja: deambula
en busca de la presa, de los pastos o del agua. Los encuentra,
los consume y descansa hasta que vuelve a deambular con el
mismo fin. Si la naturaleza niega la presa, el paso o el agua
hasta el punto de agotar sus fuerzas para proseguir su deambular,
el animal muere*.
El
hombre hace otra cosa: mediante su inteligencia, crea sobre
el medio natural un nuevo medio –artificial o, en última
instancia, cultural– gracias al cual satisface sus necesidades
sin depender exclusivamente de la Naturaleza. Esta le ha ofrecido,
por ejemplo, una planta alimenticia. El hombre, en lugar de
limitarse a comerla cuando la encuentra, como hace el animal
herbívoro, la cultiva y mientras no medien catástrofes
naturales se asegura la disponibilidad del alimento en forma
permanente. Pero cultivar es trabajar. Exige un esfuerzo constante
y recursos técnicos, cuidados cotidianos y una organización
social.
El
hombre lucha contra sus enemigos naturales –animales
mucho más fuertes que él– con instrumentos,
con armas. Alza sus refugios, se protege del frío con
vestidos, cocina sus alimentos, descubre el uso del fuego,
inventa la palanca y la polea, extrae el agua del subsuelo.
En
una palabra: para trabajar –es decir, para satisfacer
sus necesidades y cuidar y renovar ese medio artificial o
cultural que se ha convertido en condición necesaria
de supervivencia–, el hombre emplea su energía
muscular y la multiplica mediante la técnica, que es
fruto de su inteligencia. Con los instrumentos y aplicaciones
de su saber científico derivados de su inteligencia,
el hombre puede hacer lo que de ninguna manera podría
lograr con su sola energía muscular. Cuando más
avanza en este camino, más provecho obtiene de su inteligencia
y menos exigencias de esfuerzo muscular le son requeridas.
La
historia del trabajo podría reducirse a una constante
de dos líneas que se separan progresivamente. Una de
ellas, en descenso, representa el esfuerzo muscular. La otra,
en ascenso, es la inteligencia, que se aplica al descubrimiento
de nueva fuentes de energía para reemplazar a aquel
esfuerzo y obtener un aumento de la productividad. O sea:
la historia del trabajo (podría decirse, también,
la historia del hombre) es una constante que se expresa en
esas dos líneas y se enuncia así: cada vez más
inteligencia; cada vez menos esfuerzo muscular.
La
Revolución Industrial, entonces, no es sino un instante
de esa evolución permanente, pero es un instante caracterizado
por la brusquedad extraordinaria que alcanzan, en poco tiempo,
las líneas de ascenso y descenso a las cuales hemos
hecho referencia. Si imagináramos un gráfico
en el cual la horizontal representara los años de la
historia y la vertical, grados de ascenso y descenso de las
líneas expresadas, advertiríamos que si bien
esas direcciones jamás se interrumpen, en ciertos momentos
históricos parecen casi aproximarse a la horizontal:
tan lento en su movimiento. En otros, en cambio, trepan o
descienden –respectivamente– con intensidad en
breve lapso. La Revolución Industrial significó
un ascenso y un descenso de muchos grados –quizá
tantos como no se habían logrado en por lo menos veinte
siglos– en apenas unas cuantas décadas.
No
es casualidad que inmediatamente, casi en forma simultánea
–al menos en su período de eclosión definitiva
y de asentamiento de las nuevas formas de vida individuales
y colectivas consecuentes– la Revolución Industrial
coincida con la difusión de la alfabetización
y la enseñanza elemental universal.
La
Revolución Industrial es causa y consecuencia, a la
vez, de la expansión de la escuela primaria a las capas
más amplias de la población. Es en los países
en que ella adquiere su máximo desarrollo donde el
proceso de escolarización elemental universal alcanza
también su plenitud; en cambio, en los países
o en las regiones, dentro de cada país, donde apenas
si se introduce, no se llega a la efectivización del
ideal alfabetizador propuesto por pensadores o por legisladores.
Es
causa, porque las nuevas formas del trabajo y todavía
más aún las nuevas formas de vida social y doméstica
necesitan individuos con un mínimo de instrucción,
aptos para desenvolverse en un medio cultural –incluyendo
el laboral y el político– que responde a esa
brusca aceleración de las líneas mencionadas
y por lo tanto a la necesidad de mayor capacitación
mental y a la disminución progresiva de requerimientos
musculares.
Es
consecuencia, porque el aumento de la productividad generado
por las nuevas formas laborales permite ir distrayendo de
los esfuerzos del trabajo a grupos humanos que se reclutan
entre los más jóvenes.
Toda
ley de obligatoriedad escolar se traduce en una ley de sustracción
de recursos humanos –en grados variables según
sean los límites de esa obligatoriedad– del trabajo
productivo. Esto no se puede hacer por capricho del legislador
ni por voluntad de filantropía social, sino en tanto
se cuente con una estructura productiva que permita satisfacer
todas las necesidades del grupo humano respectivo con el trabajo
exclusivo de los restantes recursos humanos. Es lo mismo que
ocurre con la cantidad de descanso diario, o de descanso semanal
o anual, o con cualquier otra modalidad legal u organizativa
de la vida de toda sociedad.
La
explosión científico-tecnológica de la
posguerra (de 1950 a hoy)
Ahora bien: los últimos treinta años de la historia
de los pueblos europeo-americanos (considerando ese lapso
con un criterio, por supuesto, aproximativo), o sea el período
que va desde la terminación de la última gran
guerra mundial, tomando como año clave por razones
didácticas a 1950, se caracteriza porque otra vez presenciamos
una extraordinaria aceleración de aquellas dos líneas
constantes, pero con una diferencia: la magnitud de ascenso
y descenso de una y otra sin duda supera notablemente a la
de la Revolución Industrial, y sobre todo la supera
en la brevedad del lapso cronológico respectivo.
Las
transformaciones del mundo del trabajo de las formas de vida
doméstica, social y política –en síntesis,
del entorno cultural– fueron muy intensas y muy rápidas
en aquel instante, pero comparadas con las ocurridas desde
1950 a hoy parecen moderadas y lentas. La intensidad de las
transformaciones de esos mismos aspectos en un lapso que prácticamente
equivale hoy a un tercio del promedio de la vida humana en
los países de mediano desarrollo constituye un fenómeno
jamás visto en la historia de la humanidad. Otros autores
lo han descripto ya y el concepto de la “aceleración
de la historia” ha pasado a tomar carta de ciudadanía
universal en el campo del pensamiento contemporáneo^.
La
técnica ha alcanzado niveles de logros que para los
hombres que eran niños en 1940 siguen pareciendo increíbles.
La vieja ley sigue siendo la misma, pero en dos décadas
se hizo visible con una exigencia de fuerza dramática:
cada vez más inteligencia, cada vez menos músculo.
No
es pues, de asombrar, que haya sido precisamente en este cuarto
de siglo último que haya ocurrido el fenómeno
educativo conocido como “explosión escolar”,
manifestado, principalmente en los niveles de la enseñanza
superior y media. Así, tampoco debe asombrar que en
los países de mayor desarrollo –o sea en aquello
donde las líneas citadas muestran sus picos de trepada
o de descenso en el más breve lapso– la enseñanza
media ya esté universalizada o en vías de universalizarse
y, de todos modos, se haya extendido hasta capas de población
en porcentajes altísimos, cuando hasta 1939 seguía
siendo un nivel cursado por grupos porcentualmente muy reducidos.
El
proceso es siempre el mismo: la transformación tecnológica
de la postguerra –con su secuela de transformaciones
del entorno cultural, o sea de las formas de trabajo, de vida
social, doméstica y política– es causa
y consecuencia, a la vez, del crecimiento de la enseñanza
media. Es causa porque necesita recursos humanos con mayor
capacitación que la que puede brindar la sola alfabetización
o la sola enseñanza elemental, y es consecuencia porque
posibilita distraer de las tareas productivas propiamente
dichas a capas de la población hasta edades mucho más
avanzadas que antaño.
El
punto clave de los sistemas educativos del mundo contemporáneo
Como resultado de todo lo expuesto anteriormente, se entiende
por qué, en estos días –es decir, a lo
largo de los últimos diez o quince años, particularmente
desde 1965 a hoy–, en el mundo entero se asiste a un
gran debate sobre la naturaleza, los caracteres organizativos
y pedagógicos y las finalidades propios de la enseñanza
secundaria.
Forjada
sobre otra circunstancia histórica, las transformaciones
de la Revolución Industrial, a todo lo largo del siglo
XIX, no la afectaron excesivamente porque la situación
derivó, más bien, hacia la creación y
puesta en marcha de la enseñanza elemental obligatoria
y común, como un ciclo con su fin en sí mismo
y que no se mezcla con los tradicionales establecimientos
de segunda enseñanza ni con la Universidad. Aquellos
y ésta prosiguieron su marcha dentro de los grandes
lineamientos a los cuales respondían desde sus orígenes,
quizá un tanto encerrados en la jerarquía de
sus niveles académicos, quizá un poco al margen
de un mundo nuevo que se gestaba a su alrededor pero que,
a pesar de todo, no golpeaba aún a sus puertas ni afectaba
sus cimientos.
En
cambio, en esta posguerra la realidad es muy diferente. La
escuela media y la Universidad se ven frente a una circunstancia
histórica que penetra por sus puertas y sus ventanas
y afecta sus muros y sus cimientos.
La
escuela media recibe ahora a inmensas cantidades de alumnos
y se le pide que se torne universal como antaño se
le pidió a la enseñanza elemental. De hecho,
se convierte en escuela universal y común. Otras necesidades
sociales golpean sus estructuras y empujan a los alumnos hasta
sus bancos.
La
escuela elemental, en su modelo organizativo, en sus definiciones
pedagógicas, en sus elementos humanos profesionales,
tuvo una enorme ventaja: surgió “ex ovo”.
Fue creada para responder a una circunstancia histórica
y no tenía compromisos con el ayer.
La
enseñanza secundaria es algo así como una vieja
casona ya varias veces centenaria, construida y diseñada
para responder a necesidades de un momento histórico
superado. Tiene su orgullo, sus tradiciones, sus blasones,
sus defensores jurados. Ha conquistado afectos y respeto y
ha servido con eficacia. Las nuevas circunstancias históricas,
al demandar una escuela media universal para responder a sus
propias necesidades, encontraron a la vieja casona y penetraron
en ella. Intentan, ahora, transformarla desde adentro, una
vez instaladas en sus cuartos y en sus corredores, en lucha
contra los fieles servidores de antaño y contra las
estructuras pedagógicas y organizativas arraigadas
desde hace tanto tiempo.
Es
difícil saber qué ocurrirá en los próximos
veinte años, es decir, de aquí a fines del siglo
XX. Las alternativas son dos: o logran éxito los intentos
de transformación en marcha, o una profunda crisis
terminará por afectar hasta los cimientos del viejo
modelo de enseñanza media y la sociedad lo reemplazará
con otros cuyos diseños ya se han anunciado. En algunos
países europeos, la segunda alternativa parece más
probable. En Estados Unidos de América, ya se ha dado
la primera. No nos atrevemos a formular una predicción
para el caso argentino.
*Entendido
este concepto como aproximación de validez general
y al margen de toda pretensión de detallismo o de cuestiones
particulares de Biología, pues ni el caso de las abejas
o de las hormigas o de otros animales que forman algún
tipo de “reservas” alimenticias contradice el
concepto genéricamente considerado.
^Quizá
sea innecesario, pero es deber recordar como obra clave al
respecto el extraordinario volumen de Gaston Berger L’homme
moderne et son éducation (Presses Universitaires de
France. París, 1962) y en especial su capítulo
“L’accélération de l’histoire
et ses conséquences pour l’éducation”,
que fue escrito originalmente en 1957. |
Los
objetivos de la enseñanza media
De
la exposición anterior se desprenden, ahora, y con
el carácter de necesarios, los objetivos que debe proseguir
en estos momentos históricos la enseñanza media.
Algunos de esos objetivos, en su enunciado, parecen repetir
objetivos de otras etapas históricas. En realidad,
esa apariencia se debe más al uso de ciertas palabras,
pues en la realidad hay diferencias sustanciales. Y en otros
casos, nos encontramos con objetivos totalmente nuevos y hasta
contradictorios con los que por siglos caracterizaron a la
escuela media.
Comenzaremos
por analizar el primero de los objetivos de la enseñanza
media.
La
formación básica o general
También antaño se asignó esta finalidad
a la enseñanza media. En parte, sigue siendo la misma,
pero en gran medida significa otra cosa.
En
primer lugar, porque hoy esa formación básica
o general tiene caracteres de universalidad o tiende a tenerlos.
Es decir, debe ser proporcionada a grupos cada vez más
numerosos de la población.
Una
formación básica, como su nombre lo indica,
significa otorgar una base de sustentación cultural
desde la cual se pueda entender el mundo en el cual se está
ubicado y permita desenvolverse dentro de él. Esa base,
hasta mediados de este siglo, era la escuela primaria. Hoy,
es la escuela media.
O
sea que la pretensión de brindar una formación
básica a la totalidad de la población mediante
la escuela media significa brindar a la totalidad de la población
una formación cultural suficiente para comprender el
marco social en el cual se inserta cada persona y una capacidad
como para desenvolverse en él sin dificultades para
el individuo mismo y con provecho para el medio social respectivo.
Incluye esto la formación cívico-política
indispensable. Por lo cual la escuela media debe asumir cada
día con mayor vigor la conciencia de su responsabilidad
al respecto. Esa responsabilidad debe considerarse integral,
o sea de todos los profesores y de todos los contenidos y
no solamente –como por lo general ocurre hasta ahora–
de algunos profesores y de algunos contenidos. Pero, además,
esa responsabilidad exige encontrar para la escuela media
un estilo pedagógico o formativo propios, pues en general
hasta hoy sigue un estilo identificado exclusivamente con
el de la escuela elemental, lo cual resta eficacia a sus esfuerzos
formativos cívico-políticos.
La
orientación
La orientación es uno de los objetivos esenciales de
la escuela media en nuestro tiempo. Esto no ocurría
cuando este nivel escolar era sólo seguido por pequeñas
minorías en cada país, pero se convierte en
una necesidad cada vez más visible a medida que la
escuela media se convierte en un nivel para grandes masas.
Por
orientación suele entenderse “orientación
profesional” o “vocacional”. Ello es un
grave error. La orientación profesional o vocacional
es parte de la orientación y sólo puede alcanzarse
como consecuencia de un proceso más amplio.
Orientación
significa “orientarse en la vida”, o sea: descubrirse
a sí mismo. He aquí el gran objetivo que la
enseñanza media debe proponerse: ayudar a los adolescentes
en la más decisiva de todas las tareas de esta etapa
de la vida, es decir, el descubrimiento y la definición
de su personalidad, el encuentro de un papel para cumplir.
El
adolescente es un ser que busca saber quién es*.
Su crisis de identidad es ni más ni menos eso. La escuela
media recibe a “casi niños”. Pero de ella
egresan “casi hombres”. Ningún otro nivel
escolar afronta una etapa tan decisiva como esta. En este
tránsito de la niñez a la adultez –la
adolescencia es ese tránsito–, el ser entre trece
y catorce años y los diecisiete o dieciocho debe saber
quién es en el sentido existencial y en el marco social.
Debe encontrar un rol para sí mismo, una ubicación.
Debe aceptar y definir una personalidad. En una palabra: se
tiene que encontrar a sí mismo. Debe definir su crisis
de identidad.
En
ese proceso la orientación profesional es una parte,
no el todo. Y la parte nunca se puede dar desgajada del todo
ni –mucho menos– sin que la resolución
integral del todo se haya logrado.
Orientar
significa, pues, ayudar al adolescente a descubrirse a sí
mismo; ayudarlo a descubrir intereses y aptitudes o condiciones
vitales, intelectuales, expresivas y de acción. Significa
poner todo el inmenso arsenal de la ciencia, del arte, de
la historia y del armazón curricular de la escuela
media para ayudarlo en esa tarea que culminará con
una definición de vida en la cual –entonces,
y sólo entonces– se encontrará una definición
profesional.
Preparación
para los estudios superiores
Este tercer objetivo fue, en otros momentos históricos,
el objetivo principal y quizá el único que realmente
importaba en la enseñanza secundaria. Todavía
hoy, suele considerárselo de esa manera en vastos sectores^.
La
enseñanza media de nuestro tiempo no debe descartar
ese objetivo. Pero la diferencia es la siguiente: en la actualidad
ese es uno entre otros objetivos, no el único y ni
siquiera, quizá, el más importante. Por lo tanto,
la organización curricular y didáctica general
de la enseñanza media no puede ni debe quedar eternamente
subordinada a la preparación para los estudios superiores.
Esto acarrea otra consecuencia muy importante: no todos los
egresados de la escuela media deben considerarse, “ex
oficio”, aptos para seguir estudios superiores. Porque
si admitiéramos o exigiéramos esta capacidad
para todos los egresados de la escuela media, entonces sería
obligatorio armar esquemas curriculares que atendieran necesariamente
a esa exigencia y además un número considerable
de estudiantes debería quedar fuera de la escuela media
por no poder alcanzar aquellas condiciones que lo tornarían
idóneo para los estudios superiores. Esto es incompatible
pedagógicamente y contradictorio lógicamente
con los anteriores objetivos ya señalados para la enseñanza
secundaria y con los que luego se añadirán.
Ahora
bien: preparar para la enseñanza superior no quiere
decir –como todavía se insiste en sostener en
numerosos círculos educativos– dar una preparación
intelectual previa de conocimientos o de saber en una y otra
área o en todas ellas. Significa algo muy diferente.
Quiere decir capacitar al alumno para aprovechar los estudios
superiores, preparar su inteligencia para hacer de ella un
instrumento eficaz para las exigencias propias de los estudios
superiores. Ni a la Facultad de Medicina ni a la de Letras
–pongamos por ejemplo– importa sustancialmente
el “quantum” de sabiduría del egresado
de la escuela media en Biología o en Literatura, sino
su capacidad de aprender Biología o Literatura a nivel
superior.
En
una palabra: preparar para los estudios superiores quiere
decir enseñar a aprender. Lo que la escuela media debe
procurar es, pues, no una cabeza con determinada cantidad
de conocimientos en una u otra área del saber o en
todas ellas, sino una cabeza bien entrenada para aprender
en cada una de las áreas del saber o del hacer y en
todas ellas.
Esto
exige una aclaración: Si se toman las expresiones anteriores
con un sentido excesivamente simplista, podría llegarse
a entender que proponemos egresados de la escuela media carentes
de todo conocimiento. No es así; no se puede en realidad
“enseñar a aprender” sobre un vacío
de conocimientos. Pero el objetivo esencial en la escuela
media no es el saber sino el despertar la capacidad de aprender.
Esto, obligadamente, dará egresados con un “quantum”
de sabiduría valioso. Pero lo que debe buscar es aquella
capacidad de aprender. Por añadidura, diríamos,
se dará necesariamente un saber.
Educación
para el mundo del trabajo
Aquí nos encontramos con un objetivo radicalmente novedoso.
Deriva de esas nuevas circunstancias que hemos analizado en
el capítulo segundo de este trabajo y que denominábamos
“Encuadre actual del tema”.
La
masificación de la enseñanza media, o su tendencia
a la universalización, y la creciente complejidad cultural
y organizativa de la sociedad y del mundo del trabajo son
dos fenómenos absolutamente unidos en sus causas y
en sus consecuencias.
Por
lo tanto, la sociedad contemporánea necesita recursos
humanos cada vez más preparados intelectualmente para
desenvolverse en los nuevos marcos organizativos y culturales,
día a día más complejos. Y a su vez los
egresados de la escuela media necesitan salidas laborales,
pues ya no constituyen aquella minoría que concurría
a ese nivel de la enseñanza con la vista puesta exclusivamente
en la Universidad.
Pero
el mundo del trabajo, además, debe ser reivindicado
como fuente de una formación integral valiosa. Tanto
desde el punto de vista académico o como entrenamiento
de aprendizajes e inclusive como factor positivo de formación
ética, cívica y política, el trabajo
ofrece múltiples posibilidades educativas.
En
consecuencia, debe desterrarse la antinomia tradicional según
la cual todo tipo de profesionalización está
en contradicción con fines formativos de carácter
general e integral. Lo que sí es negativo es todo tipo
de profesionalización prematura o que limite desde
temprano perspectivas u horizontes de vida ulteriores.
Asimismo,
sería equivocado proponer hoy como objetivo de la escuela
media la obtención de profesionales o especialistas
definidos, terminados y encerrados en un marco laboral estrecho.
Esto, aparte de perturbar gravemente el desarrollo de la personalidad
integral en el adolescente y constituir un inadmisible encierro
para cualquier ulterior evolución, resultaría
contrario a la realidad visible del mundo laboral y de la
sociedad actual, caracterizados por los constantes y rápidos
cambios en las especialidades laborales y en las características
profesionales.
La
preparación para el mundo del trabajo debe entenderse
en el sentido de obtener un egresado de la escuela media en
condiciones de acceder a cualquier tipo de estudio superior
(universitario o no) y de incorporarse a un área del
mundo laboral (si lo desea) con cierta facilidad por contar
con una preparación básica para esa área,
lo cual no querrá decir que ya es un profesional o
un experto en ella. Será, simplemente, una especie
de “subprofesional” o un elemento en condiciones
de aprender rápidamente lo necesario para desempeñarse
dentro de una muy amplia área laboral+.
Una
vez más, como en el caso del objetivo anterior, aparece
como necesidad básica del egresado de la escuela media
su capacidad de aprender. En efecto: en el mundo del trabajo
de hoy, como en los estudios superiores, la sabiduría
técnica o profesional adquirida importa menos que la
capacidad de aprender las constantes novedades técnicas
o las constantes modificaciones que se introducen en todos
los campos del quehacer humano.
Movilidad
social o igualdad de oportunidades
El ideal de la igualdad de oportunidades se alzó en
el siglo XIX como punto de partida de la política educativa
de raíz democrática de ese momento histórico.
En ese momento se admitió que poner la escolaridad
elemental (el alfabeto como instrumento mediante el cual los
caminos de avance ulterior quedaban definitivamente abiertos)
al alcance de toda la población era la condición
necesaria y suficiente para concretar aquel ideal.
En
esta segunda mitad del siglo XX, se acepta universalmente
que para hacer realidad la igualdad de oportunidades y brindar
una auténtica posibilidad de movilidad social es indispensable
poner a disposición de toda la población una
escuela media completa.
Pero
hay algo más. Nuevas concepciones pedagógicas
advierten de otro problema. No basta, tampoco, poner la escuela
media a disposición de todos los habitantes, aunque
ello ya de por sí sea bastante complicado y difícil,
pues luego aparece otra situación: no todos quienes
acceden a la escuela media tienen abiertas idénticas
posibilidades de aprovechamiento. Las diferencias de situaciones
económicas, familiares y culturales de cada alumno
permiten aprovechamientos disímiles y es muy difícil
saber –frente a un tratamiento pedagógico indiferenciado–
si las respuestas individuales sólo se fundan en efectivas
diferencias de capacidad o de voluntad.
Por
lo tanto, para poder contar con la certeza de que el rendimiento
individual de los alumnos no se funda principalmente en sus
diferencias de orígenes económicos, sociales
o culturales –y por consiguiente, garantizar una verdadera
movilidad social e igualdad de oportunidades–, la escuela
media debe organizar tratamientos y regímenes pedagógicos
y curriculares diferenciados, a fin de brindar apoyos especiales
a quienes los necesiten. Un régimen y un tratamiento
indiferenciado pueden conducir a fijar las diferencias en
lugar de removerlas en función de las auténticas
capacidades individuales'.
*Este
punto se aclara con el desarrollo de la segunda parte de este
volumen.
^En
este error incurren quienes pretenden que con el solo certificado
de escuela media se acceda a la Universidad, así como
también los universitarios que reprochan a la escuela
media la insuficiente preparación de sus egresados
para seguir estudios superiores. En ambos casos, se parte
del supuesto erróneo de que la escuela media tiene
como finalidad principal preparar al alumno para seguir estudios
universitarios.
+Esta
finalidad inspira las experiencias llamadas de “bachilleratos
con salidas laborales”, lamentablemente congeladas o
frustradas a partir de 1979. Debo dejar constancia de que
en los encuentros sostenidos en 1976 y 1977 en el interior
del país para desarrollar estos conceptos las experiencias
realizadas en la materia fueron invariablemente consideradas
como positivas por los asistentes.
'Sobre
este punto giran algunas de las propuestas que se exponen
en la tercera parte de este volumen.
|
La
educación permanente
Esta
apretada síntesis de los objetivos de la enseñanza
secundaria de nuestro tiempo no podría concluir si
no se hiciera una referencia al concepto que en este siglo
ha transformado decisivamente el sentido de todos los niveles
tradicionales del sistema educativo formal, es decir, la idea
de la educación permanente.
La
educación permanente abarca dos direcciones básicas,
una que podría llamarse vertical y la otra horizontal.
La primera alude a la prosecución permanente –hasta
las edades avanzadas– de la tarea de formación,
de capacitación, de aprendizaje y reaprendizaje, en
forma regular y cada vez más formalizada de acuerdo
con modelos propios de los sistemas educativos tradicionales,
que caracteriza hoy a la vida humana, sean cuales fueren sus
ocupaciones principales.
La
segunda, o dirección horizontal, alude a la inmensa,
casi inabarcable multiplicidad de medios de información
y de formación que en la actualidad actúan sobre
el hombre durante toda su existencia y que, incluyo mientras
está instalado como niño, adolescente o joven
dentro del sistema educativo formal, penetran en él
e influyen profundamente en todo su proceso educativo, incluyendo
los aspectos del conocimiento y el saber en general.
La
escuela media no puede olvidar esta realidad. Por lo tanto,
cuando se plantea a sí misma el problema de sus objetivos,
del concepto de educación permanente, se desprende
una consecuencia fundamental: es indispensable abandonar el
viejo concepto de obtención de un producto acabado,
idea que –consciente o inconscientemente, y tanto para
la escuela media general como para la de tipo técnico
o profesional –guió sus estructuras curriculares
y pedagógicas. De la escuela ya no debemos pretender
un producto acabado, listo para desenvolverse por toda su
vida con el bagaje informativo y la formación adquiridos
de una vez para siempre, sino un producto listo para adaptarse
a las cambiantes e imprevisibles necesidades de un mundo en
evolución constante.
Así
entendidas las cosas, la escuela media puede central todos
los objetivos descriptos, o sintetizarlos conceptual y operativamente,
en dos grandes objetivos centrales: ayudar al adolescente
a descubrirse a sí mismo, a encontrar un rol o un papel
en la vida y en la sociedad a la cual pertenece, y enseñarle
a aprender, para estar en condiciones de proseguir su marcha
constante dentro del nuevo mundo de la educación permanente
que en el futuro –o en el presente– será
la realidad universal.
|
Segunda
parte
La escuela media como estructura contradictoria con la etapa adolescente
Caracteres
de la adolescencia*
Correspondencia
habitual entre las etapas evolutivas y los niveles escolares
tradicionales
Desde
el último tercio del siglo pasado, aproximadamente,
los sistemas escolares de la mayor parte de los países
europeos y americanos quedaron estructurados en los tres grandes
niveles sobre los cuales hoy, todavía, reposa la organización
educativa formal en casi todos ellos. Esos niveles son los
corrientemente denominados primario (o elemental), medio (o
secundario) y universitario (o superior, también ahora,
a menudo, terciario).
Si
se coteja este tipo de estructura organizativa con las etapas
habitualmente consideradas dentro de los estudios de psicología
evolutiva y se aceptan las denominaciones más corrientes
sin entrar en precisiones o distinciones según escuelas
o aspectos de detalle, se advierte que, en general, hay una
correspondencia universalmente extendida entre las etapas
que pueden ser llamadas (repito: de un modo muy general y
aproximativo) infancia, adolescencia y juventud con los niveles
primario, medio y universitario o superior, respectivamente.
El
cuadro siguiente, pues, como punto de partida para nuestro
esquema, puede considerarse válido, advirtiendo que
la expresión infancia abarca también desde los
primeros años de vida, por lo cual sería necesario
acudir al término niñez o en todo caso a las
distinciones en primera, segunda y tercera infancias, en cuyo
caso aquí debería decirse “tercera infancia”.
infancia
(o niñez) -----------------------------------------------------------------
escuela primaria
adolescencia --------------------------------------------------------------------------
escuela media
juventud-adultez ------------------------------------------
universidad o enseñanza superior
También es necesario advertir que en los países
con escuela primaria larga –como es el caso argentino,
precisamente– ese nivel suele entrar de lleno en el
principio de la adolescencia, sobre todo por cuanto se refiere
al sexo femenino, cuya pubertad, según es sabido, es
más precoz que entre los varones.
Pero
a pesar de todas las imprecisiones y generalizaciones señaladas,
parece perfectamente admisible partir de ese concepto inicial:
universalmente, la escuela media constituye el nivel educativo
formal coincidente, de manera principal con respecto a los
restantes niveles, con la etapa evolutiva corrientemente denominada
adolescencia.
Las
grandes crisis evolutivas
Numerosos tratados aceptan como tesis explicativa del desarrollo
de la personalidad desde el momento del nacimiento la llamada
“teoría de las crisis evolutivas”. Esta
teoría no niega la presencia de una constante evolutiva
continua a lo largo de toda la vida de cada ser, pero afirma
que ciertos procesos fundamentales de aquel desarrollo integral,
o psicosomático, se producen en determinados momentos
de la vida y se presentan bajo la forma de “crisis”
de desadaptación y adaptación. Es decir: el
ser humano vive en un proceso de evolución continua,
es verdad, pero en ciertos momentos de su vida sufre procesos
de cambio y transformación de una profundidad extraordinaria,
luego de cada uno de los cuales se reacomoda nuevamente dentro
de su ritmo evolutivo regular y moderado hasta llegar a la
etapa de su próxima crisis.
Hasta
no hace mucho, solía considerarse que la entrada en
la adultez, alrededor de los 25 ó 30 años a
lo sumo, significaba el fin de aquellas grandes crisis evolutivas.
Hoy se comienza a aceptar la idea de que estos grandes saltos
evolutivos se manifiestan también ulteriormente y que
hasta en la situación de involución psicosomática
definitiva –que debiera llamarse con precisión
decrepitud y no vejez, que es en realidad otra etapa vital
y no un estado de inutilidad o incapacidad– aparecen
por lo menos dos o tres de aquellos saltos evolutivos.
Tradicionalmente,
sin embargo, hay acuerdo generalizado en aceptar las siguientes
crisis evolutivas:
a) el nacimiento: es una crisis de “desadaptación
y adaptación” predominantemente biológica,
lo cual no significa olvidar o desdeñar la significación
de los correlatos psicológicos y afectivo-culturales
propios de los primeros días de vida;
b) alrededor de los tres años: es una crisis predominantemente
psicológica, caracterizada por el descubrimiento del
“yo” como entidad separada y diferenciada del
medio en el cual se inserta cada niño. Hasta este momento
el pequeño se integra sincréticamente con su
medio físico y social; a partir de ahora comienza a
descubrirse como diferente y separado psicológicamente
y su integración sigue en adelante pautas culturales.
Es decir: comienza a adquirir relevancia cada vez mayor su
integración social;
c) alrededor de los seis o siete años: es una crisis
predominantemente social. La escolaridad en los tiempos actuales
(desde fines del XIX) en Europa y América, formas de
conducta familiar o social y pautas políticas caracterizan
desde la más remota antigüedad la etapa que se
inicia alrededor de los seis, siete u ocho años como
de definida introducción del niño en el marco
de conductas, sentimientos usos, costumbres y pautas culturales
generales del medio familiar y social inmediato propio de
su familia. Inclusive, todavía hoy en determinados
estratos socio-económicos, comienza a participar de
los esfuerzos comunes –familiares o de la comunidad–
para satisfacer las necesidades de su subsistencia;
d) pubertad y adolescencia: hasta la adultez propiamente dicha,
este sería la última de las grandes crisis y
su carácter predominante es a la vez biológico,
psicológico y social.
Problemas
básicos de la adolescencia
No es necesario, por cierto, abundar en explicaciones ni detalles
referidos al punto anterior. Sólo expresaremos los
indispensables con referencia a las necesidades metodológicas
de nuestra exposición.
a)
Desde el punto de vista biológico, la pubertad significa
la aparición de los caracteres sexuales y la transformación
somática consiguiente. El cuerpo sufre un proceso evolutivo
–a veces en corto plazo– que lo lleva a la adquisición
de las características esenciales que acompañarán
a cada individuo hasta su muerte. Si bien en la mediana edad
masculina –alrededor de los 30 ó 40 años–
o en la etapa de la menopausia en la mujer, se presentan modificaciones
somáticas a veces apreciables, la contextura física
de cada individuo –su esquema óseo, por ejemplo,
o sus características metabólicas principales–
queda fijada casi definitivamente al término de la
pubertad propiamente dicha.
Por lo tanto, el adolescente es un ser que durante estos años
debe descubrir paulatinamente su cuerpo, en gran medida nuevo,
que representa para sí mismo la compañía
definitiva e irrenunciable de su vida, que lo distinguirá
de todos los demás seres de la creación y cuyas
características –sean cuales fueren– lo
favorecerán o perjudicarán o de algún
modo lo presentarán ante el resto del mundo.
Descubre también su sexo y el sexo contrario, y descubre
la fisiología sexual y quizá –con variaciones
muy profundas según las circunstancias históricas,
culturales, familiares e individuales– el apetito sexual
y las relaciones hetero-sexuales, sin olvidar la abundancia
de relaciones previas homosexuales en la adolescencia, que
sin llegar a fijar conductas homosexuales ulteriores pueden
a veces provocar dificultades éticas y psicológicas
de variada intensidad.
b)
Desde el punto de vista psicológico, el adolescente
debe efectuar un nuevo descubrimiento de sí mismo.
A los tres años –dijimos– descubre su “yo”
diferenciándolo de su integración sincrética
anterior con el medio. Ahora busca su identidad: quiere saber
quién es él, cómo es él, cuál
es su papel en el medio y en el mundo. Por eso busca también
un destino un papel por cumplir, y la preocupación
por la llamada “vocación” –término
tan confuso y a menudo usado equívocamente– es,
más que una búsqueda de una profesión
o de las actividades o estudios que responden a sus aptitudes
o gustos, la búsqueda de un destino, de una misión,
de un papel por cumplir que terminará por identificarlo
–es decir otorgarle una identidad clara y definida–
ante sí mismo y ante los demás. Y en esta búsqueda
de su identidad se encuentra, también, el secreto de
más de una de las tan conocidas oscilaciones, exageraciones
o cambios en los que suelen incurrir algunos adolescentes
en materia de atuendos, afeites, cortes de pelo o arreglos
o apariencias faciales. Pero si la búsqueda de la identidad
es un proceso esencial, no lo es menos el descubrimiento de
la “alteridad”, quiere decir, el descubrimiento
del “otro”. El “otro”, el “tú”
–como contrapartida del “yo”– es el
prójimo que es diferente de mí, que no piensa
como yo, que ni siquiera siente como yo, o sea que no se conmueve
con las mismas cosas que a mí me conmueven. Es ese
ser extraño, incomprensible, inadmisible en principio,
que piensa y siente de otro modo que yo.
El adolescente debe hacer este doloroso descubrimiento y llegar
más adelante –cuando sea ya un adulto–
a aceptar al “otro”, al “tú”,
al prójimo que no se identifica enteramente con él
y al que sin embargo es posible, a menudo debido, a veces
todavía hermoso, amar, respetar, compartir. Pero este
punto está en el final de la adolescencia; entre tanto
se arriba a él, hay que trepar la cuesta.
c)
Porque –se va viendo– la adolescencia es un tránsito,
es un recorrido que parte de la pubertad, el fin de la niñez,
y llega hasta la juventud, comienzo de la adultez. Y en ese
período se da, ahora desde el punto de vista social,
el más delicado problema que ha de afrontar cada ser
humano: consiste en la asunción del patrimonio cultural
heredado como propio, es decir, consiste en hacer suyo un
patrimonio cultural. ¿Qué quiere decir esto
de asumir como suyo un patrimonio cultural?
El niño vive dentro de un patrimonio cultural. En cierto
modo es suyo también, pero en buena medida le es extraño
por cuanto ni lo comprende del todo ni ha tenido oportunidad
de aceptarlo; lo ha encontrado ahí, se le ha ofrecido
como marco vital y social y lo ha impregnado, pero el niño
no se ha detenido jamás a pensarlo, a juzgarlo, a negarlo
ni a afirmarlo. Ahora al despertar la pubertad y a lo largo
de la adolescencia toda, a cada ser humano se le abre la oportunidad
de maravilla: desde el fondo mismo de su libertad, desde las
entrañas de su identidad en floración, en uso
y ejercicio de una capacidad mental y razonadora en la cúspide
de su vuelo, ha de ponerse a pensar, a juzgar, a interpretar,
a valorar y a negar, rechazar, cuestionar y, por fin –quizá–,
a aceptar el patrimonio cultural heredado, pero entonces como
suyo definitivamente. Entonces, tendrá luego la segunda
extraordinaria oportunidad: podrá cambiar, perfeccionar,
transformar ese patrimonio cultural.
En una palabra: en la adolescencia, el ser humano comienza
el ejercicio de su libertad, se transforma en un ser responsable
–por algo los códigos van marcando paulatinamente
las etapas de la imputabilidad civil y penal, progresivamente,
desde los 12 hasta los 18 años, aproximadamente–
y vive en el ejercicio cotidiano de la crítica del
patrimonio cultural heredado, no porque esté efectivamente
dispuesto a negarlo sino porque está en el trance nada
sencillo de hacerlo suyo. Y para ello debe comprenderlo, valorarlo
y aceptarlo voluntariamente. Lo cual es lo mismo que decir
libremente.
d)
Este proceso se unifica con otro, como cuando dos temas idénticos
se ejecutan en diferentes instrumentos pero forman una sola
pieza musical perfectamente armonizada. Ese otro proceso es
el del desgarramiento familiar. El niño vivía
en una familia, su familia original. Ahora se va a transformar
en un ser independiente, capaz de constituir, en poco tiempo
más, una nueva familia, la propia, en la cual él
se convertirá a su vez en padre o madre y afrontará
las responsabilidades y los deberes consiguientes. Para ello
debe, necesariamente, alcanzar esa independencia, esa madurez,
esa capacidad psicológica y social distintivas del
adulto; debe ser capaz de afrontar por sí mismo sus
problemas, de buscarles soluciones y de servir de cabecera
o apoyo a los nuevos seres que de él dependerán
en el futuro, material y espiritualmente. Para llegar, pues,
a este punto, debe comenzar un tránsito: el punto de
partida es el niño protegido y cuidado integralmente
por el medio familiar; el camino es un largo período
de superación y desprendimiento de ese medio; el final
es un adulto en plenitud capaz de desempeñar cabalmente
sus papeles, profesionales, sociales y familiares, como tal.
Este proceso de desgarramiento familiar se combina, pues,
con el otro, con el del cuestionamiento del patrimonio cultural
adquirido y constituyen, ambos, el nudo capital de la problemática
adolescente desde el punto de vista social y educativo.
La actitud éticamente valiosa y pedagógicamente
eficaz, frente a ambas situaciones, no consiste en la hostilidad
o la represión autoritaria ni en la demagogia “muchachista”
adulona del adulto servil ante el deslumbramiento de la juventud.
Ambas posiciones conducen a lo mismo: precipitan al adolescente
hacia el vacío, lo confirman en su crítica negativa
inicial, lo alejan afectivamente del marco familiar y le ofrecen
un mundo cultural y de valores debilitado hasta el punto de
hacerle perder toda posibilidad de retorno.
La firmeza del educador –profesor, padre– debe
consistir en la ejemplaridad de la propia conducta, en la
serenidad del diálogo, en la capacidad de argumentar,
en la aceptación de la libertad del adolescente y de
su derecho a la crítica y a la negación, para
poder ofrecerle –quiero decir ofrecer a su voluntad,
o sea su voluntad libre– un patrimonio cultural y un
mundo de valores suficientemente sólidos y atractivos
como para que el adolescente, gracias precisamente a su crítica
y a su cuestionamiento, vaya asumiendo como suyo y se reincorpore
a él.
e)
Estos procesos de búsqueda de la identidad –que
incluyen la búsqueda de un destino, de un papel por
cumplir– explican, por último, una característica
bien conocida del adolescente: la búsqueda de “modelos”,
en los cuales apoyarse en este duro batallar por reconocerse
a sí mismo, por buscarse, por encontrar su destino
y –sobre todo– por afirmar un patrimonio cultural
y un mundo de valores que siente tambalear bajo sus pies y
que anhela, que necesita, reconstruir.
Por eso, el adolescente, a pesar de su agresividad exterior
en algunos casos, y en otros de su aparente soberbia intelectual,
de su pedantería o de su crítica despiadada
hacia el marco familiar, escolar y social de los adultos de
su contorno inmediato, suele ser la presa ideal y facilísima
para el catequizador de cualquier ideología, pues si
ofrece a ese ser en búsqueda, en tránsito, una
explicación simple y omnicomprensiva de cuanto sucede
a su alrededor, y a la vez le ofrece con su propia figura
una imagen de fortaleza interior y de apoyo irrestricto, no
hace sino brindarle cuanto el adolescente estaba buscando
y no encontraba, como sucede a veces entre grupos adultos
que o lo complacen demagógicamente o lo atacan o reprimen
con injusticia, desdén y autoritarismo.
f)
En síntesis: la adolescencia es una etapa de duración
considerable y quizá se debería decir que está
formada en realidad por dos grandes etapas parciales. Una,
la primera, comienza con la pubertad y está signada
por el despegue del mundo adulto y la iniciación de
la conquista de la libertad, la responsabilidad y la identidad
personal definitiva (psicosomática y espiritual). La
segunda sería, después de esta gran crisis de
desadaptación, el camino de retorno hacia la estabilidad
del joven-adulto (o del adulto-joven, mejor). En esta segunda
etapa se dan los fenómenos más visibles de los
esfuerzos por comprender el patrimonio cultural heredado y
el mundo de valores correspondientes. Por eso, un autor tituló
su obra dedicada a este tema de la siguiente manera: La adolescencia
como evasión y retorno .
Este
largo andar arranca, pues, de la pubertad, cuando se empieza
a dejar de ser un niño, y termina en la entrada de
la adultez, cuando se empieza a ser un hombre.
Ahora
bien: como se ha visto al principio, la estructura escolar
contemporánea establece una correlación con
esta etapa vital. Se llama escuela media. Vistas, pues, las
características esenciales de la adolescencia, veamos
ahora las características principales –desde
el punto de vista organizativo y pedagógico de la escuela
media. Después, procuraremos comparar unas y otras,
para saber si armonizan o si, por el contrario, se contraponen.
*Este
capítulo no pretende ofrecer un desarrollo del tema
en profundidad, sino simplemente señalar los aspectos
esenciales de los caracteres de la adolescencia sobre los
cuales se fundará la argumentación posterior.
^Juan
José Arévalo, Ed. Inst. de Didáctica
de la Facultad de Filosofía y Letras, U.B.A., Bs. As. |
Caracteres
de la escuela media
Carácter
esencial: uniformidad organizativa y pedagógica
La
nota que salta a la vista cuando se observa la estructura
de base de la escuela media argentina (aunque la observación
es válida para muchas otras partes del mundo, y sobre
todo lo era hasta hace un par de décadas, cuando empezaron
a ponerse en marcha modificaciones que apuntan precisamente
en el sentido de nuestra tesis) es la absoluta uniformidad
de todas sus modalidades de organización o de funcionamiento
diferente en función de las diferenciaciones progresivas
que se dan a lo largo de la etapa adolescente.
El
alumno de primer año, casi un niño, recibe desde
el punto de vista reglamentario (más allá de
cuanto pueda hacer voluntariamente un rector o un profesor)
exactamente el mismo trato organizativo y el mismo régimen
de trabajo docente que el muchacho de quinto año, casi
un hombre.
Para
comprender mejor las afirmaciones anteriores, probablemente,
sea conveniente analizar en forma particular diversos aspectos
–por vía de ejemplos– de la organización
escolar del nivel medio en nuestro país.
a)
Horarios: Tanto desde el punto de vista de la duración
de la jornada escolar, como en cuanto se refiere a las horas
de iniciación y finalización de aquella, y finalmente
en la distribución horaria de cada una, el régimen
es idéntico de primero a quinto.
b)
Régimen de enseñanza: Englobo bajo
esta denominación a las modalidades reglamentarias
de las tareas de enseñanza y aprendizaje. Nada hay,
de sustancial, que indique modalidades diferentes entre 1°
y 5° años, e inclusive los planes y programas revelan
en todos los casos una concepción totalmente uniforme.
c)
Régimen de evaluación y comunicación
a los padres: De 1° a 5° años, los alumnos
son calificados con la misma escala, por lo menos con dos
notas por bimestre, en cuatro bimestres –las variaciones
siempre fueron integradas para todo el nivel medio–
y estos promedios se vuelcan en boletines también idénticos
que van y vuelven a los hogares igual para los niños
de primer año que para los del último.
d)
Régimen de promoción: Tampoco existen
diferencias entre 1° y 5° años. Cualquier modificación
ha sido siempre común para los cinco años de
la etapa.
e)
Régimen de asistencia: Tanto por lo referido
a las exigencias de la asistencia cotidiana, como en cuanto
se vincula con los procedimientos de justificación
de ausencias o de reincorporaciones de quienes hayan sobrepasado
los límites reglamentarios, también las características
son las mismas para todos los alumnos de la escuela.
f)
Régimen de disciplina: En este punto, el buen
sentido de la casi totalidad de las autoridades de cada establecimiento
y de los docentes impone de hecho modalidades de trato y de
conducción más o menos diferenciadas entre los
alumnos de los primeros años y los de los últimos.
Pero, reglamentariamente, no hay ninguna diferencia y ni siquiera
existen, casi, instrucciones expresas en el sentido diferenciador
apuntado, aunque a veces se den verbales por parte de inspectores
o supervisores.
g)
Régimen de vida interna: La escuela media
funciona en bloque. En algunos establecimientos, se agrupan
los años en sectores edilicios internos con el objeto
de un mejor ordenamiento para evitar intercambios personales
entre alumnos de diferentes edades, a veces en función
de mejores posibilidades de vigilancia o de desplazamiento
de unos u otros alumnos. Pero todo esto no afecta en modo
alguno aquella funcionalidad uniforme a que hemos hecho referencia.
Los “actos” o ceremonias escolares de cualquier
naturaleza son siempre conjuntos.
h)
Régimen curricular: Este constituye uno de
los puntos capitales de toda la argumentación expuesta
en este volumen. El régimen curricular de la escuela
media argentina es absolutamente uniforme, rígido,
desde 1° a 5° años. No hay durante todo su
transcurso una sola opción, una sola oportunidad de
elección para los alumnos, por más pequeña
o relativamente modesta en el contexto que pudiera resultar.
Todos los alumnos, desde el principio de la escolaridad media
hasta su conclusión, deben transitar por el mismo camino,
con el mismo ritmo, con el mismo régimen de labor,
con idénticos procesos de evaluación y sin ninguna
oportunidad de pruebas, tanteos, búsquedas o ensayos
de alguna naturaleza.
La
obligatoriedad y uniformidad absoluta son, pues, las dos características
predominantes del régimen curricular de la escuela
media argentina.
|
Síntesis comparativa
A
continuación, se esboza un cuadro en el cual se resume
la idea central de nuestra tesis: los caracteres de la escuela
media están en contradicción con los caracteres
de la etapa vital a la cual ese nivel escolar está
destinado, o sea con la adolescencia. No sólo los primeros
no se adaptan a los segundos, no armonizan ni ayudan al proceso
evolutivo adolescente, sino que inclusive, a menudo, chocan
con ese proceso, lo obstaculizan y provocan reacciones negativas.
Esta
tesis –ya se lo ha advertido en forma ocasional, pero
ex profeso se reitera ahora– hace deliberada abstracción
de casos particulares, de establecimientos con regímenes
experimentales, de la acción a menudo muy meritoria
y esforzada de directivos y docentes por superar estas dificultades.
Pero nuestro trabajo apunta exclusivamente a la faz reglamentaria
y formal de la escuela media argentina y lo que nos interesa
es demostrar que su estructura reglamentaria organizativo-pedagógica
se contrapone con las características distintivas de
la adolescencia, básicamente porque esta es una etapa
evolutiva (parte de un “casi niño” y desemboca
en un “casi hombre”) y la escuela media es un
bloque uniforme que no acompaña esa evolución
y a menudo la contradice y obstaculiza.
Adolescencia |
Escuela
Media |
dinámica |
estática |
evolución,
cambio |
rigidez,
uniformidad |
búsqueda,
tanteos, ensayos |
obligatoriedad
absoluta y caminos prefijados |
obligatoriedad
absoluta y caminos prefijados |
prácticamente,
sin oportunidad de ejercicio de la libertad y de la responsabilidad |
ruptura
del cascarón |
encierro |
|
Propuesta
de modificaciones parciales dentro de la escuela media argentina
actual
Hasta aquí se han expuesto los fundamentos y las conclusiones
de una tesis crítica con respecto a las coincidencias
o contradicciones posibles entre las características
de la escuela media y las de la adolescencia. Se ha concluido
por señalar una definida contradicción entre
ambas. En lo que sigue se presentarán propuestas de
superación del problema planteado. Para ello se seguirán
dos vías discursivas. Una –la primera–
intentará proponer modificaciones parciales dentro
de la misma estructura básica del sistema escolar argentino
actual. La segunda, en cambio, presentará, con la exclusiva
intención de dejar sentadas unas pocas ideas a modo
de ejercicios de imaginación para debates ulteriores,
modificaciones de la escuela media, pero partiendo del sistema
escolar en todos sus niveles.
Ciclos
Una propuesta sería estructurar el plan actual de cinco
años de nuestra escuela media general en tres ciclos:
el primero abarcaría 1° y 2° años; el
segundo, 3° y 4° y el tercero 5° año. Podría
darse otra alternativa: el primer ciclo, 1er año solamente;
el 2°, 2° y 3er años, el tercero, 4° y
5° años. Personalmente, prefiero la segunda alternativa.
Lo importante es distinguir, luego, las características
organizativas y pedagógicas de cada uno de esos ciclos.
Es lo que intentaremos a continuación, siempre con
la intención de presentar ideas aptas para su discusión
y reelaboración, a modo de ejercicios de alternativas
hipotéticas.
Organización
y regímenes de trabajo docente para cada ciclo
a) Horarios. Cada ciclo podría tener sus propios
horarios, tanto en cuanto respecta a la duración de
la jornada escolar, como en la cantidad de horas de clase
de cada jornada, en los momentos de iniciación y finalización
y asimismo en el tipo de modalidad de los bloques o módulos
horarios para el dictado de las clases.
b) Evaluación. Sería necesario buscar
regímenes de evaluación del trabajo escolar,
del rendimiento de cada alumno y de su evolución psicológica
e intelectual adecuados a cada ciclo, apropiados a las circunstancias
de los diferentes momentos evolutivos entre los 12 y los 18
años, aproximadamente, y útiles para guiar y
acompañar a los alumnos en la paulatina asunción
de libertades y responsabilidades en el desempeño de
tareas escolares.
c) Promoción. También los sistemas
de promoción podrían diferenciarse, con exigencias
o modalidades apropiadas a cada ciclo. Una idea podría
ser establecer un régimen de promoción por ciclos
y no por años, con cursos de recuperación parciales
para los casos de asignaturas o áreas no aprobadas.
d) Comunicaciones a los padres. Este es uno de los
problemas más delicados y más difíciles.
La escuela media toma, en su iniciación, a una persona
que jurídicamente está bajo la tutela absoluta
y es casi inimputable. A su término, egresa una persona
jurídicamente imputable a la par de los adultos, casi
un ciudadano con la plenitud de sus derechos cívicos,
con aptitudes para el ejercicio del comercio y de otras actividades
civiles, a quien –en la legislación argentina
actual– el Estado está a punto de asignarle la
responsabilidad gravísima de instruirlo como un integrante
de sus fuerzas armadas. Entran en la escuela media niños
que en algunos casos todavía van acompañados
por sus padres o apenas si comienzan a salir solos de sus
casas. Egresan chicas y muchachos en algunos casos a punto
de contraer matrimonio, con noviazgos formalizados o con experiencia
en la vida sexual madura, y quizá de paternidad o maternidad
inminentes... o dolorosa, o, quizá, quién sabe
por qué vías interrumpidas. ¿Es lógico,
entonces, que el régimen de comunicaciones del rendimiento
escolar y de la marcha general del alumno sea el mismo entonces
y luego? ¿No ocurrirá que para el niño
de primer año la organización reglamentaria
actual prevé un margen escaso de comunicación
entre la escuela y el hogar y quizá para el alumno
de 5° año mantiene una modalidad excesivamente
pueril?
e) Otros aspectos. Nuestro discurso se torna, comprendemos,
reiterativo. Para cada uno de los puntos restantes la argumentación
sería muy parecida. En cuanto a los regímenes
de disciplina, de asistencia, de vida interna en el establecimiento,
siempre será ineludible admitir la necesidad de enlazar
cada momento de la etapa adolescente con modalidades adecuadas.
Por lo tanto, las reflexiones anteriores pueden multiplicarse,
en el mismo sentido, para cada uno de los aspectos mencionados
o para cualquier otro referido a la organización y
al régimen pedagógico de la escuela media.
Preferimos, pues, detenernos en uno de ellos por considerarlo
–según se dijo ya en el capítulo anterior–
de importancia decisiva. Nos referimos a los regímenes
curriculares.
Posibilidades
de establecer regímenes curriculares con opciones
Esta alternativa es decididamente extraña a la tradición
escolar argentina, y cualquier propuesta de transformación
en el sentido indicado representa no sólo una alteración
profunda de estructuras mentales muy arraigadas en todo el
cuerpo docente, y aún en la población en general,
sino también –y sobre todo– en una organización
establecida desde hace más de un siglo sobre la base
de currículos uniformes y obligatorios para todos los
alumnos. Aún mínimas alteraciones en esa uniformidad
y obligatoriedad acarrean trastornos muy grandes desde el
punto de vista del ordenamiento y el funcionamiento administrativo
y docente, incluyendo el ordenamiento edilicio básico,
para el cual han sido construidos todos nuestros establecimientos
escolares de cualquier nivel, o sea el aula o salón
de clase, en el cual los grupos de alumnos siguen regularmente
un plan de estudios uniforme para cada año o grado
escolar.
De
todos modos, en nuestra opinión, introducir, aún
cuando fuere muy modestamente, un régimen de opciones
parciales constituye un imperativo derivado de aquel carácter
de la adolescencia sobre el cual nos detuvimos en el primer
capítulo: la búsqueda de la identidad, que quiere
decir la búsqueda de un destino, de un papel en el
marco social correspondiente, mediante ensayos, tanteos, aproximaciones
y por supuesto mediante la oportunidad de equívocos
y aciertos reveladores del camino más adecuado.
Si
la escuela media niega de manera absoluta –tal como
lo hace hasta hoy– toda oportunidad de ensayar caminos,
de probar aptitudes, de elegir áreas de estudio o de
trabajo, si niega, pues, toda oportunidad de aprendizaje en
el tan importante aspecto de la definición profesional
o de vida ulterior a su egreso, ¿cómo se pretende
que el joven que concluye la escuela media esté en
condiciones de tomar la decisión magna que habrá
de comprometerlo, en la mayor parte de los casos de por vida,
con respecto a su orientación en materia de estudio
o de trabajo, cuando ya, a esa altura, no tiene oportunidades
de errar sin consecuencias muy graves ni de ensayar caminos
sin pérdidas de tiempo irrecuperables o a expensas
de resentimientos o frustraciones no siempre superables?
Es
un contrasentido armar una escuela media en la cual el alumno
carece de la más pequeña oportunidad de elegir
por sí mismo una vía de trabajo, siquiera para
probarse a sí mismo o para advertir si en realidad
ese campo de acción efectivamente coincide con sus
intereses o satisface sus apetencias o si se ajusta a sus
aptitudes, y luego exigirle compulsivamente y hasta con actitudes
de reproche si refleja alguna duda, una decisión definitiva,
integral y comprometedora hasta el punto más alto apenas
termina aquella escuela.
Es
algo así como dejar volar solo a un piloto después
de haberle impartido un curso completo de instrucción,
pero sin haberle dado jamás antes la oportunidad de
un vuelo de prueba, es decir, sin haberle ofrecido la oportunidad
de equivocarse –única vía para aprender
de verdad, conviene recordar– cuando esos errores no
significan necesariamente una catástrofe o cuando se
pueden cometer sin consecuencias irreparables, pues se está
acompañado del instructor que reorienta, explica, asesora
y rectifica en el momento oportuno, o cuando el propio interesado
dispone de la chance de la superación o rectificación
del error por sí mismo.
La
adolescencia es, esencialmente, la etapa de la vida en la
cual se busca la identidad personal. Esa búsqueda requiere
ejercitaciones, ensayos, tanteos, aproximaciones y por sobre
todo el ejercicio de una libertad que permita asumir al adolescente
por sí mismo las responsabilidades y los rumbos definitivos
de aquella identidad. ¿Cómo se puede entender,
pues, que el nivel escolar propio de esta etapa niegue ese
aprendizaje y no brinde una sola oportunidad de tanteos, de
ensayos o aproximaciones para el ejercicio de esa libertad
personal en búsqueda de su libertad, de su destino,
de su papel en el mundo?
Por
lo tanto, entendemos que un régimen curricular con
opciones, paulatinamente establecido al menos en los años
superiores de la escuela media –no más tarde
de tercero o a lo sumo cuarto año– y aún
dentro de mínimos porcentuales en el contexto curricular,
es una exigencia indiscutible.
Dentro
de este concepto, podrían considerarse las tres alternativas
siguientes:
a)
opciones propiamente dichas: significa introducir
en el currículum de la escuela media, directamente,
porcentajes determinados de contenidos optativos, o sea un
conjunto de contenidos obligatorios y otro de optativos;
b) opciones de orientación dentro de contenidos
obligatorios: esta alternativa consiste en determinar,
para ciertos contenidos obligatorios, opciones dentro de ellos
mismos. No todos los contenidos se prestan para este esquema,
pero algunos resultan particularmente aptos para él.
Por ejemplo, en un contenido como Música podrían
ofrecerse alternativas de estudios de algunos instrumentos
o participación en conjuntos corales o estudios de
historia de la música o de musicología. En Literatura
se podrían ofrecer cursos referidos a diferentes estilos,
épocas o áreas culturales. Se podría
introducir un contenido obligatorio de formación estética,
pero dejando libre la opción por el área estética
(música, plástica, práctica artística
o historia del arte, etc.) en el cual satisfacerlo;
c) opciones de apoyo o de intensificación:
probablemente sea la alternativa de más sencilla compaginación
con la tradición escolar nacional y con las modalidades
organizativas actuales. Consiste en establecer currículos
obligatorios y comunes para todos los alumnos, pero dejando
un porcentaje horario para elegir libremente, dentro de ese
margen, alguno de los contenidos obligatorios con un sentido
ya de intensificación (para aquellos alumnos que tengan
o crean tener aptitudes especiales para el contenido elegido
o deseen orientarse hacia estudios o trabajo ulteriores a
su egreso de la escuela media, y para los cuales aquel contenido
resulte necesario o conveniente) ya de refuerzo (para quienes,
por el contrario, sientan dificultades para el aprendizaje
del contenido elegido).
Una
experiencia bien conocida por todos los docentes indica la
realidad constante, año tras año, en cada grupo
de alumnos, de uno o de varios capaces o deseosos de intensificar
ciertos contenidos, pero frustrados en ese anhelo porque el
promedio del grupo no permite al profesor respectivo, salvo
raras ocasiones, satisfacerlos o proporcionarles la oportunidad
que requieren para aprovechar sus capacidades o para probarse
a sí mismos. Igualmente, hay siempre uno o varios alumnos
con dificultades para llegar al nivel promedio del grupo y
difícilmente los profesores pueden detenerse a prestarles
la atención didáctica especial necesaria porque
ello implicaría retrasar a todo el resto con las consecuencias
negativas e injustas que esto supone.
Un
porcentaje de horas de clase semanales, destinado a cursos
optativos de recuperación o de intensificación
para ciertos contenidos o para áreas o núcleos
de contenidos, podría ser una solución didáctica
a ese viejo problema escolar y una oportunidad para que los
adolescentes efectúen ensayos, aproximaciones y tanteos
en la búsqueda de su identidad, de su destino y de
su definición profesional o vital al término
de la escuela media.
Propuestas
de transformaciones de fondo, partiendo de la transformación
previa
de la estructura integral del sistema escolar
Una
escuela media de nueve años repartidos en cuatro ciclos
El gráfico de la página siguiente ilustra, inicialmente,
la idea cuyo desarrollo se aclara después.
Como
se advierte fácilmente en la estructura propuesta,
los nueve años asignados al nivel que por comodidad
explicativa preferimos llamar siempre escuela media (y que
en realidad es un conjunto de cuatro ciclos escolares) representan
la posibilidad de acompañar integralmente la etapa
evolutiva de la adolescencia, pues tomaría al niño
apenas se insinúa su pubertad (entre los 10 a 14 años
a más tardar) y lo dejaría cuando ya la etapa
evolutiva está –o debe estar, en circunstancias
de desenvolvimiento más o menos normal– por concluir,
o sea a los 18 ó 19 años, quizá ya 20.
Este período escolar, entonces, se estructuraría
mediante modalidades organizativas y regímenes pedagógicos
bien diferenciados en cada uno de sus cuatro ciclos.
En
todos los aspectos analizados con anterioridad en los capítulos
segundo y cuarto, se deberán procurar procedimientos
adecuados a las circunstancias evolutivas de los alumnos y,
simultáneamente, satisfacer requerimientos universalmente
expresados hoy por el orden social, económico, científico
y tecnológico de nuestros días.
Puesto
que esos requerimientos no son idénticos en todos los
ámbitos de nuestro país y las posibilidades
de montar una estructura como la propuesta tampoco son iguales
en los diferentes regímenes, se abren inclusive las
alternativas señaladas en el cuadro. Es decir, que
donde no se pudiera o no resultara oportuno implantar la estructura
propuesta en el ciclo inferior, por ejemplo, se dejaría
transitoriamente en pie el actual régimen de 6°
y 7° grados del sistema educativo integrado en la escolaridad
primaria. Por otra parte, estos ciclos o bloques de la escuela
media, propuestos en nueve años, no tienen porqué
ofrecerse, necesariamente, en un mismo ámbito edilicio
o integrados en un mismo conjunto formal. En unos casos el
1er. ciclo y aún el 2° pueden integrarse operativa,
administrativa y hasta ediliciamente con el resto del nivel
primario. En otros casos, el 4° ciclo o técnico
profesional puede hacer lo propio con un ámbito universitario
o de enseñanza de nivel terciario; en ocasiones, alguno
de estos ciclos puede darse por sí mismo (a la manera
de un instituto superior “menor”). Finalmente,
quienes se definan decididamente por ciertas carreras universitarias
largas y prefieran arriesgar directamente su ingreso y el
logro final respectivo al terminar el 3er. ciclo o media superior
también lo podrán hacer. En esa alternativa
el 4° ciclo o técnico-profesional quedaría
como posibilidad abierta a quien prefiera obtener luego de
la media superior una capacitación laboral rápida
o decida continuar esos dos años para contarlos como
créditos que se le valorizarán debidamente para
su ingreso en los estudios universitarios propiamente dichos.
Combinaciones
de la escuela media en el mundo del trabajo
Esta idea apenas si la esbozaremos aquí, con el único
objeto de citar ahora una tendencia que en muchos lugares
del mundo es considerada actualmente como una interesante
perspectiva. Se trataría de combinar las currículas
regulares de estudio del nivel medio con actividades reales
y rentadas en el mundo del trabajo, con el fin de perfeccionar
la formación cívica y social y de orientar y
capacitar mejor en orden a las llamadas salidas laborales
de la escuela media.
En
el sistema argentino actual, tales combinaciones podrían
darse en 4° y 5° años del nivel medio. En la
estructura propuesta, dicha combinación se podría
ofrecer en el 3er ciclo o media superior –o sea en edades
absolutamente coincidentes con el 4° y 5° actuales–
y, por supuesto, en el 4° ciclo o técnico-profesional.
Dos
ideas finales como punto de partida para cualquier reflexión
en torno de la escuela media
Para
concluir, quisiéramos expresar dos conceptos sobre
cuyos presupuestos discurrió, de alguna manera, el
hilo entero de nuestros razonamientos. Son los conceptos que
siguen.
Hay muchos caminos (prácticamente innumerables)
para alcanzar una formación cultural y cívica
integral
Quiero decir: la escuela media actual, para alcanzar esa formación,
impone un camino único cuyo trazado riguroso, hasta
en sus menores detalles, se impone obligatoria y uniformemente
a toda la población escolar. Pero, en realidad, hay
más de una vía para alcanzar la meta prevista,
no una sola. Las posibilidades de completar una formación
cultural sólida, de obtener una visión suficientemente
comprensiva de carácter histórico, social y
científico del mundo en el cual se vive, de obtener
una adecuada integración cívico-moral con el
medio político respectivo y de elaborar bases sólidas
de aprendizajes ulteriores en otros escalones del sistema
educativo o en el campo laboral, se dan mediante una multiplicidad
de vías, de las cuales el currículum obligatorio
y común actual de la escuela media es solamente una,
y ni siquiera, quizá, se puede asegurar que sea de
las mejores.
Una
herencia secular ha llevado a suponer que la carencia de uno
solo de los tramos parciales de esa vía en el curriculum
entero y detallado de la escuela media –sea cual fuere,
como muy a menudo ocurre, la riqueza abundantísima
de logros culturales alcanzados al margen de ese currículum–
significa una deficiencia esencial que inhabilita a una persona
para acceder a otros estudios o para acreditar un nivel respetable
de formación cívica y cultural general.
Es
necesario, pues, comenzar por salir de ese prejuicio y admitir
la multiplicidad de vías existentes para el objetivo
final formativo.
Negar
al adolescente la libertad de negar es negarle la libertad
de aceptar
Esta afirmación puede ser mal entendida, pero es necesario
sostenerla en su recto sentido.
Significa,
esencialmente, esto: la adolescencia es la etapa en la cual
cada miembro de la sociedad hace suyo el patrimonio cultural
y el mundo de valores heredados. Para esa labor se requiere
el concurso de su libertad. Esa libertad significa la posibilidad
de cuestionar, de criticar, de negar. Un valor sólo
es mío en forma auténtica –y sólo
de esa forma estaré luego en condiciones de sostenerlo
entre otro adolescentes que me sigan en la historia o si fuere
necesario de luchar por él en cualquier terreno–
cuando he podido negarlo, pero me he sentido luego irresistiblemente
empujado a aceptarlo. Si nunca pude negarlo, jamás
será mío de esa forma y mi escala de valores
o mi patrimonio cultural serán míos sólo
como lo son para un niño de corta edad: sin saber por
qué ni para qué, sin poseer capacidad ni fuerza
para defenderlos, explicarlos, sostenerlos o simplemente vivirlos.
El
riesgo está, lamentablemente, en quienes aprovechan
la etapa de crisis valorativa y la necesaria libertad del
cuestionamiento para exacerbar el choque, acentuar estérilmente
la negación y conducir al adolescente hacia una entrega
indefensa en las manos hábiles de ideólogos
bien entrenados, a quienes no les interesa mostrar valores
nuevos sino reclutar servidores fieles a una causa, no formar
hombres libres sino súbditos comprometidos.
Pero
hay dos maneras de perjudicar al adolescente: una –según
queda dicho– es estimular demagógicamente su
crítica y azuzar interesadamente su rebeldía.
Otra es afrontarlo con el resentimiento o con un despotismo
negador de su libertad, con desplantes autoritarios o con
ironías vejatorias o conmiserativas. En ambos casos
se lo conduce a un vacío esterilizante de donde surgen
sólo personalidades adultas inmaduras, eternos adolescentes
en actitudes de rebeldía permanente, que siguen buscando
su identidad o su destino hasta muy altas edades, o personalidades
sacudidas por espasmos de violencia, aptos para cualquier
desmán.
La
única manera de servir al adolescente, de brindarle
con las figuras familiares y docentes una actitud honestamente
educativa, es aceptar su libertad de negar y ofrecerle un
ejemplo vivo de solidez y vivencia auténtica del mundo
de valores y del patrimonio cultural en el cual creemos y
por el cual somos capaces de luchar. Si es posible, razonando
y argumentando, sin enojarnos pero sin cansarnos de argumentar.
Si no es posible este razonar, viviendo coherentemente con
los valores y el marco cultural propuestos.
El
adolescente tiene una lucidez asombrosa para advertir la contradicción
entre la autenticidad y la declamación falsa de posturas,
actitudes o valores. Ello es lo que produce el drama de muchos
padres y donde la escuela media afronta uno de sus mayores
riesgos.
NOTA
El
presente trabajo, hasta aquí y como se ha expresado
en el Prólogo, fue presentado –no leído
sino expuesto en sus líneas principales– en sucesivos
encuentros de rectores, vicerrectores y jefes de departamento
o directores de estudio de establecimientos de enseñanza
media de todas las modalidades. Un promedio de asistencia
de alrededor de cuarenta personas en cada encuentro –según
consta en las planillas que obran en poder de las autoridades
del proyecto UNESCO-DINEMS-73-001– significa más
de quinientas personas con oportunidad de considerar, primero
en grupos pequeños y luego en debate plenario, durante
una jornada entera, las ideas y propuestas presentadas.
Las
conclusiones de esa labor han servido para la reelaboración
final del trabajo, pero en modo alguno esto quiere decir que
la responsabilidad de estas afirmaciones o propuestas pueda
atribuirse a aquel conjunto de participantes. En ningún
instante se les encargó asumir dicha responsabilidad
y por lo tanto este trabajo reconoce como único responsable
a su autor.
De
todos modos, es posible enumerar algunos aspectos interesantes
y dignos de ser difundidos, de entre los muchos y muy valiosos
aportes surgidos durante los encuentros mencionados, y el
autor lamenta la imposibilidad práctica de darlos a
conocer de manera exhaustiva.
En
general, hubo coincidencias marcadas en los siguientes aspectos:
La
descripción de las características adolescentes
fue mayoritariamente aceptada como válida. Se discutió
bastante en torno de cuáles pueden ser las características
más visibles, pero en general se puso de relieve, como
una muy acentuada, la preocupación en la búsqueda
de la identidad. No hubo acuerdos amplios sobre la situación
actual del adolescente con respecto al problema del descubrimiento
de su propio cuerpo y del sexo, pero se acentuó la
importancia del problema. En la mayoría de los grupos
se negaron dificultades graves para acercarse al adolescente,
pero casi siempre se destacó la dificultad originada
en la modalidad organizativa de la escuela media y en las
grandes dimensiones de algunos establecimientos. En muchos
casos, se insistió en que el adolescente está
ansioso de acercarse a los profesores y a los adultos y que
a menudo la dificultad principal proviene más de la
actitud del profesor o del adulto que de un rechazo del adolescente.
Con
respecto a experiencias concretas, las respuestas, invariablemente,
apuntaron a describir o comentar ensayos o experiencias organizativas
o pedagógicas interesantes o valiosas, pero casi nunca
estaban específicamente relacionadas con la tesis “evolucionista”
planteada por este trabajo. A menudo se citó el proyecto
13” –o de régimen de organización
con profesores designados por cargos de tiempo completo–
como una de las posibilidades abiertas para diversas vías
de renovación y perfeccionamiento.
La
comparación formulada en el capítulo 3 fue considerada
–en general– válida en forma unánime,
pero en una mayoría de grupos se señaló
como “algo exagerada” la afirmación sobre
“negación de toda libertad o de toda responsabilidad”.
Algunos grupos, inclusive, desearon señalar expresamente
que en la escuela media “hay oportunidades de ejercicio
de la libertad y de la responsabilidad”.
Con
respecto a ensayar propuestas concretas de modificaciones,
en numerosas ocasiones se presentó el mismo planteo
que en la descripción de ensayos o experiencias: se
proponían modificaciones muy variadas y algunas muy
interesantes, pero pocas dentro de la tesis central de carácter
“evolutivo” de la escuela media. Tenía
generalmente aceptación la idea básica de los
ciclos, aunque con agrupaciones diversas. Casi siempre faltó
tiempo para considerar la propuesta de “reformas integrales”
del sistema educativo argentino.
Con
respecto a las dos ideas finales, fueron aceptadas, mayoritariamente
y en general. También mayoritariamente merecieron observaciones,
casi siempre tendientes a disminuir su rotundez o su absolutismo.
Con
respecto a la primera se advirtió claramente que un
número considerable de participantes admitía
la posibilidad de “varios caminos”, pero quizá
no de “muchos” y que siempre subsiste la convicción
de la conveniencia de un curriculum básico mínimo
común. De todos modos, en ningún caso hubo negativas
directas al principio de la multiplicidad de caminos.
La
segunda idea final fue también aceptada en general,
destacándose en un grupo que más que “libertad
de negar” debió haberse dicho “libertad
de cuestionar”, por ser esa la verdadera posición
adolescente. Otros grupos, explícita o implícitamente,
manifestaron que todo ejercicio de la libertad significa un
correlato de responsabilidad.
Debe
destacarse, finalmente, que la iniciativa de otorgar un papel
al mundo del trabajo, como factor coadyuvante con la misión
educativa de la escuela media, y la de organizar salidas laborales
para este nivel escolar fueron consideradas en todos los encuentros
con aceptación generalizada y, en muchos casos, se
describieron experiencias realizadas con resultados francamente
positivos. |
Tercera
parte
Alternativas curriculares
Régimen
curricular con opciones propiamente dichas
Considerando
la tradición organizativa y pedagógica de la
escuela media argentina, este tipo de régimen es el
más difícil de implantar aunque operativamente
sea el más sencillo.
Consiste
en ofrecer solamente algunos contenidos con carácter
de optativos, de tal manera que el plan de estudios final
de cada alumno quedará integrado por un núcleo
común y un núcleo de contenidos propios.
Como
modelos hipotéticos muy simples, y manteniéndonos
por ahora dentro de los esquemas de la escuela media argentina
actual, se proponen las siguientes alternativas.
A)
Ciclo básico
1. Núcleo de contenidos comunes
Castellano
------------------------ 4 m/h/s.
Matemáticas ---------------------- 6 m/h/s.
Ciencias Biológicas ----------------- 2 m/h/s.
Historia --------------------------- 3 m/h/s.
Geografía ------------------------- 3 m/h/s.
Formación Cívica ------------------ 3 m/h/s.
Educación Física ------------------ 2 m/h/s.
Total:
23 m/h/s.*
2.
Núcleo de contenidos optativos
Francés
-------------------------------------- 3 m/h/s.
Inglés ---------------------------------------- 3 m/h/s.
Latín ----------------------------------------- 3 m/h/s.
Taller musical --------------------------------- 3 m/h/s.
Taller de plática ------------------------------- 3
m/h/s.
Historia del Arte ------------------------------- 3 m/h/s.
Taqui-mecanografía ---------------------------- 3 m/h/s.
Contabilidad y teneduría de libros ---------------
3 m/h/s.
Taller de electricidad doméstica elemental -------
3 m/h/s.
Taller de mecánica automotriz elemental --------- 3
m/h/s.
Cada alumno deberá elegir tres de estos contenidos
por cada año, de 1° a 3° (total: nueve m/h/s.
optativos). De esa manera, completará 32 m/h/s., como
en la actualidad.
No
habrá ninguna reglamentación para esta elección,
la que deberá ser expresada jurídicamente a
través de sus padres o tutores. Es decir: podrían
tomarse, por ejemplo, los tres idiomas, o los tres contenidos
estéticos, o los dos contenidos técnicos, o
mezclarse uno de cada uno de ellos con otros. Podrán
variarse las elecciones en cada año o continuarse la
formación en cada uno de ellos a lo largo de los tres
años. Una vez formalizada la elección, el contenido
pasará a formar parte del plan obligatorio de cada
alumno y éste estará sujeto a las mismas exigencias
de asistencia, evaluación y promoción para los
contenidos optativos elegidos y para los del plan común.
B)
Ciclo superior
1. Núcleo de contenidos comunes
Matemáticas
-------------------------------- 3 m/h/s.
Física
--------------------------------------- 2 m/h/s.
Química
------------------------------------- 2 m/h/s.
Biología
------------------------------------- 2 m/h/s.
Geografía ----------------------------------- 2 m/h/s.
Historia
------------------------------------- 2 m/h/s.
Filosofía
------------------------------------ 3 m/h/s.
Educación
Física ---------------------------- 2 m/h/s.
Total:
18 m/h/s.
2. Núcleo de contenidos comunes
Francés
--------------------------------------------------------------------------------
3 m/h/s.
Inglés ----------------------------------------------------------------------------------
3 m/h/s.
Griego ----------------------------------------------------------------------------------
3 m/h/s.
Literatura castellana y universal ---------------------------------------------------------
3 m/h/s.
Mecánica de automotores (teoría y práctica)
--------------------------------------------- 3 m/h/s.
Electricidad y Electrónica (teoría y práctica)
---------------------------------------------- 3 m/h/s.
Taller de plástica ------------------------------------------------------------------------
3 m/h/s.
Taller musical ---------------------------------------------------------------------------
3 m/h/s.
Historia de la ciencia --------------------------------------------------------------------
3 m/h/s.
Economía política ------------------------------------------------------------------------
3 m/h/s.
Introducción al Derecho y Derecho usual --------------------------------------------------
3 m/h/s.
Historia de la Filosofía --------------------------------------------------------------------
3 m/h/s.
Historia de las grandes crisis políticas e institucionales
americanas y argentinas ------------- 3 m/h/s.
Organización del comercio y de la empresa ------------------------------------------------
3 m/h/s.
Contabilidad y práctica comercial y bancaria elemental
------------------------------------ 3 m/h/s.
Cada alumno deberá elegir, por año, cinco de
los contenidos optativos enumerados. De tal forma, completará,
como en la actualidad, 33 m/h/s.
Tal
como se indicó para el caso del Ciclo Básico,
no se impondrá ninguna reglamentación que restrinja
la libertad de elección ni la variación de esa
elección al año siguiente, salvo, para el caso
del ciclo superior exclusivamente, una correlación
–en los casos correspondientes– que exigirá
haber aprobado por lo menos dos cursos del contenido respectivo
en el ciclo básico. Pero dentro del mismo ciclo superior,
siempre se admitirá la variación de un año
para otro.
NOTA
Debe
entenderse que cada uno de los contenidos optativos se desarrollará
en un nivel diferente cada año. Por lo tanto, cada
contenido debe entenderse como I, II y III en el ciclo básico
y como I y II en el ciclo superior. No habrá inconvenientes
en que un alumno de 2° año del ciclo básico,
por ejemplo, tome un curso I de un contenido, o en el tercer
año el curso I o II. Lo mismo ocurrirá en el
curso superior, pero en este caso, para iniciar el estudio
de un contenido optativo se exigirá una preparación
mínima proveniente del ciclo básico, es decir,
la aprobación de por lo menos los cursos I y II del
contenido respectivo.
*En
adelante, llamaremos m/h/s. (módulo/horario/semanal)
a cada unidad horaria de clase. En el caso, argentino actual
corresponde a 40 minutos, pero en las alternativas planteadas
podría pensarse en otro tipo de unidades horarias de
duración variable.
|
Régimen
curricular con contenidos optativos dentro de contenidos obligatorios
Nota
preliminar
En
el plan de estudios del ciclo básico se introducirán
dos materias obligatorias: 1) Formación estética
y 2) Formación práctica.
Cada
una de ellas, a su vez, se desarrollará dentro de las
opciones que se indican más adelante.
En
el ciclo superior (4° y 5° años actuales de
la enseñanza media general) se incluirán además
del currículum común y obligatorio, las siguientes
áreas obligatorias, que se desarrollarán
dentro de las opciones que se indican más adelante:
1) Formación estética
2) Formación cívica
3) Formación práctica
4) Contenidos lingüísticos extranjeros
5) Contenidos de ciencias básicas
6) Contenidos humanísticos
1,
2, 3: Dos obligatorias a opción
Ciclo
básico
Se considerará obligatorio aprobar estas dos áreas
al concluir el tercer año del actual ciclo básico,
cada una de las cuales comprenderá el desarrollo de
tres módulos horarios cada una en cada año,
de primero a tercero.
1.
Formación estética
2. Formación práctica
Pero para cursar estas
dos áreas, se ofrecerán como mínimo en
cada establecimiento escolar las tres opciones que se enumeran
en cada caso.
1.
Formación estética
a) Dibujo y pintura
b) Canto oral
c) Historia del arte
2.
Formación práctica
a) Electricidad práctica
doméstica
b) Mecánica automotriz elemental
c) Práctica comercial-bancaria elemental
Segundo
ciclo del bachillerato
A) Formación estética; formación
cívica; formación práctica
Se considerará obligatorio aprobar dos de las tres
áreas al concluir el 5° año. Cada área
se desarrollará sobre la base de tres módulos
horarios en cada año, como en el ciclo básico.
Para cada área se ofrecerán en cada establecimiento
las tres opciones que se enumeran a continuación. El
alumno podrá elegir la misma opción en cada
área durante 4° y 5° años o cambiar
su opción –dentro de la misma área en
5° año.
1.
Formación estética
a) Historia del arte (curso
superior, correlacionado con la historia de la civilización).
b) Teatro universal con intensificación en el ámbito
de nuestra lengua (estudio crítico-histórico
y representaciones prácticas).
c) El ensayo y la novela universal, con intensificación
en el ámbito de nuestra lengua.
2.
Formación cívica
a) Derecho usual y principios
constitucionales de la Nación Argentina.
b) Historia de las instituciones políticas argentinas
desde 1810; ensayos constitucionales y las grandes crisis
políticas.
c) Historia del trabajo y de la técnica (en correlación
con la historia de la civilización).
3. Formación práctica
a) Contabilidad y teneduría
de libros.
b) Taquimecanografía (con capacitación en sistemas
eléctricos y de composición en frío elementales).
c) Programación y perfoverificación.
B)
Contenidos lingüísticos extranjeros
Al concluir la enseñanza media, será obligatorio
tener aprobada un área integral de estudios lingüísticos
extranjeros, lo cual signficará haber tomado y aprobado
debidamente no menos de tres módulos horarios semanales
en cada año dentro de estas opciones:
a) 5 años de una
sola lengua extranjera:
b) 3 años de una lengua extranjera y 2 años
de otra;
c) 3 años de una lengua extranjera y 2 años
de latín;
d) 3 años de latín y 2 de una lengua extranjera;
e) 3 años de una lengua extranjera y 2 años
de teatro (estudio crítico histórico y representación)
en esa misma lengua extranjera.
C)
Contenidos de ciencias básicas
Además del currículum común y obligatorio
en ciencias básicas (ciencias exactas y naturales),
cada alumno deberá aprobar un curso electivo en ciencias
básicas, de dos módulos horarios semanales en
5° año, dentro de una de estas opciones.
1) Formación mesológica,
o los grandes problemas contempráneos del agotamiento
y la contaminación de los recursos naturales.
2) Introducción a la cibernética (lenguaje de
programación).
3) Grandes problemas físico-químicos contemporáneos.
D) Contenidos humanísticos
Además del currículum común y obligatorio
en humanidades, cada alumno deberá aprobar un curso
electivo en humanidades, de dos módulos horarios semanales
en 4° año, dentro de una de estas opciones:
1) Grandes figuras y acontecimientos
de la historia universal (en el orden político, social
y económico).
2) Grandes figuras y doctrinas en la historia de la filosofía.
3) Grandes figuras y doctrinas en la historia de la ciencia.
Cuadro
sinóptico correspondiente al currículum diseñado
para el capítulo 2
Ciclo básico
Obligatorio |
Opciones |
1)
Formación estética (2 m/h/s.) |
Dibujo
y pintura
Canto coral
Historia del arte |
2)
Formación práctica (2 m/h/s.) |
Electricidad
práctica doméstica
Mecánica automotriz elemental
Práctica comercial-bancaria elemental doméstica |
Ciclo
superior
Obligatorio |
Opciones |
1)
Formación estética |
Teatro
universal
Ensayo y novela
Historia del arte |
2)
Formación cívica |
Derecho
usual y principios constitucionales argentinos
Historia de las instituciones políticas argentinas
Historia universal del trabajo y de la técnica |
3)
Formación práctica |
Contabilidad
y teneduría de libros
Taquimecanografía
Programación y perfoverificación |
4)
Contenidos lingüísticos extranjeros |
5
años de una lengua moderna
3 años de una lengua moderna y 2 de otra
3 años de una lengua moderna y 2 de latín
3 años de latín y 2 de una lengua moderna
3 años de una lengua moderna y 2 de la misma
especializada en teatro
|
5)
Contenidos en ciencias básicas |
Formación
mesológica
Introducción a la cibernética
Problemas físico - químicos |
6)
Contenidos humanísticos |
Grandes
figuras y acontecimientos en la historia universal
Grandes figuras y doctrinas en la historia de la filosofía
Grandes figuras y doctrinas en la historia de la ciencia |
NOTA:
Debe
entenderse, entonces, que en el ciclo básico se destinarán
4 m/h/s. a estos dos contenidos obligatorios con opciones,
además del currículum común sin opciones.
En
el curso superior se destinarán a estos contenidos
obligatorios con opciones 10 m/h/s, y el resto se destinará
al currículum común sin opciones. |
Régimen
curricular con opciones de esfuerzo o de intensificación
Este
régimen es relativamente simple de comprender y de
armar conceptualmente, aunque signifique todavía dificultades
considerables dentro de la estructura orgánica y reglamentaria
tradicional de la escuela media argentina.
Puede
explicarse así: para cada uno de los contenidos obligatorios,
cuyas características aconsejan incluirlo en el procedimiento
previsto, se destinarán, además de los módulos
horarios comunes para todos los alumnos, otros módulos
horarios (generalmente, alrededor de 1/3 a 1/2 con respecto
a los módulos horarios comunes destinados a esos mismos
contenidos), pero dentro de dos alternativas:
a)
intensificación;
b) refuerzo.
Alternativa
de intensificación. En esta alternativa, la tarea
didáctica consiste en profundizar la enseñanza
de los mismos temas o asuntos tratados en el curso común,
llevando su tratamiento hasta niveles a los cuales sólo
se puede llegar con alumnos excepcionalmente dotados o interesados
en ellos. Como casi siempre se trabajará con un número
reducido de alumnos, el docente respectivo podrá emplear
técnicas didácticas con características
de seminario, o grupales, o de realización de análisis
críticos, debates, etc., es decir, en general, intensificando
la participación directa de cada alumno. Será
factible, asimismo, utilizar bibliografía más
rica y de nivel más alto y comenzar en ocasiones a
llevar a los alumnos al manejo de obras superiores o a consultar
en fuentes documentales de primera mano. Las evaluaciones
podrán emplear procedimientos más perfeccionado
o afinados y se podrán efectuar trabajos prácticos,
monografías, ejercicios y hasta modestos ensayos o
breves investigaciones. En muchos casos, esta modalidad resultará
particularmente apta para seguir de cerca las novedades del
mundo actual en todos los campos del arte, de la ciencia,
de la economía o de la política, y para utilizar
inteligentemente las informaciones y los datos de los medios
modernos de comunicaciones de masas.
Alternativa
de refuerzo. En esta alternativa, la tarea didáctica
deberá atender a los alumnos que por cualquier motivo
presentan problemas o dificultades en el aprovechamiento de
algún contenido. En este caso, los procedimientos metodológicos
deberán adecuarse a esa circunstancia; será
posible emplear para el desenvolvimiento de ciertos temas
el tiempo necesario; se reiterarán los esfuerzos de
aprendizaje y se procurará descubrir las reales motivaciones
de aquellas dificultades. El número reducido facilitará
la tarea docente y permitirá, como en el caso anterior,
utilizar recursos didácticos especialmente idóneos
para la finalidad perseguida.
En
la alternativa de refuerzo debe tenerse en cuenta que no se
trata de considerar al grupo como un conjunto de alumnos diferenciales,
es decir, como alumnos a los cuales se los debe considerar
definitivamente como minus-dotados para determinados contenidos.
Ese enfoque sería un gravísimo error y no sólo
inutilizaría el sentido y el esfuerzo de este régimen
sino que, inclusive, provocaría males mayores que los
que pretende superar.
Este
tipo de clases de refuerzo en unos casos sólo servirá
para permitir a ciertos alumnos alcanzar niveles mínimos
de aprendizaje en contenidos para los cuales afrontaban dificultades,
pero en muchos otros casos deberá servir para descubrir
los problemas que provocaban esas dificultades. Así,
una vez conocidos y superados debidamente aquellos problemas,
el alumno podrá proseguir su labor en el contenido
en cuestión por carriles normales, y nada raro deberá
resultar que aún algunos de los alumnos inicialmente
ubicados en la alternativa de refuerzo pasen luego, voluntaria
y acertadamente, a la alternativa de intensificación.
Es
que, precisamente, un régimen de esta naturaleza didáctica
pretende, entre otros objetivos, evitar la fijación
prematura y casi siempre equivocada e injusta de preconceptos
sobre aptitudes negativas o positivas de los alumnos con respecto
a unos u otros contenidos, a unas u otras orientaciones, fenómeno
tan común, por desdicha, en los ambientes escolares.
De la misma manera, la alternativa de intensificación
no debe tampoco, enfocarse como si se estuviera ante personas
definitivamente superdotadas con respecto a un contenido o
ante alumnos definitivamente orientados hacia un ramo u otro
de estudios o de actividades. Por el contrario, en algunos
casos, las clases de intensificación servirán
para descubrirle al propio interesado errores de apreciación
sobre sus presuntas aptitudes o intereses, y en otros casos
tendrán el enorme valor de haber permitido una buena
maduración mental y formativa en un área determinada
a personas cuyo futuro profesional o académico estará
en otras áreas.
Como
modelo hipotético, se entiende que no todos
los contenidos ofrecerán estas opciones, aunque el
ideal sería ese, pues seguramente razones prácticas
de organización lo impedirán. Asimismo, los
ofrecimientos serán más amplios que las opciones
factibles de ser elegidas por cada alumno. Es decir, si se
ofrecen, por ejemplo, opciones (entendidas siempre
con sus alternativas de refuerzo o de intensificación)
para seis contenidos, cada alumno deberá elegir dos
o tres opciones. La resolución organizativa, en cada
caso, variará según las posibilidades de cada
establecimiento. A continuación se ofrecen varios modelos
aptos solamente para ser empleados como alternativas hipotéticas
organizativas dentro de este régimen curricular.
Se
ha preferido, por razones de simplicidad para su comprensión,
seguir el esquema característico de planes y horarios
de la escuela media tradicional, aunque por supuesto ello
no constituye un ideal recomendable según los fundamentos
de este trabajo.
Ciclo
básico
Dentro del actual plan de estudios del ciclo básico
de la enseñanza media general argentina, se aconseja
ofrecer como opciones (en sus dos alternativas: refuerzo e
intensificación) los siguientes contenidos, con 2 módulos
horarios semanales cada uno:
1)
Castellano;
2) Idioma extranjero;
3) Matemática;
4) Biología.
Cada alumno estará
obligado a completar su plan con dos de esas opciones, es
decir, que cada uno completará su plan tomando, ya
como refuerzo, ya como intensificación, dos módulos
horarios semanales de dos de los contenidos antes enumerados.
Ello representaría en total cuatro módulos horarios
semanales más. Reduciendo del plan actual un m/h/s.
en Castellano, uno en Matemática y los dos de actividades
prácticas, el plan completaría los actuales
32 m/h/s.
Ciclo
superior del bachillerato
Se aconseja ofrecer como opciones (en sus dos alternativas;
refuerzo e intensificación) los siguientes contenidos
con tres m/h/s. cada uno;
1)
Estudios sociales (Literatura, Historia, Instrucción
Cívica, Economía Política);
2) Idioma extranjero;
3) Ciencias básicas (Matemáticas, Física
y Química);
4) Biología;
5) Filosofía.
Cada alumno estará
obligado a completar su plan con dos de esas opciones, es
decir que cada alumno completará su plan tomando, ya
como refuerzo, ya como intensificación, en total seis
módulos horarios semanales más. Reduciendo un
m/h/s. en Literatura, Idioma Extranjero, Matemática,
Física y Química en 4° y 5° años,
y un m/h/s. en Biología en 4° y un m/h/s. en Instrucción
Cívica en 5° año, el plan completaría
los actuales 32 m/h/s.
NOTA
La
elección de los alumnos se hará al cabo del
primero bimestre en cada año. Durante ese primer bimestre,
el plan de estudios funcionará sin opciones con la
distribución anterior de módulos horarios semanales.
Los profesores aprovecharán el primer bimestre para
aconsejar y orientar a los alumnos sobre sus opciones, aunque
de todos modos la voluntad del alumno –jurídicamente
expresada a través de sus padres– será
respetada en todos los casos. Los profesores podrán
también, ocasionalmente, mostrar a los alumnos, durante
ese primer bimestre, el tipo de tareas que en las clases de
intensificación o de refuerzo se realizarán.
La
nota de aplazo en el primer bimestre será el único
impedimento reglamentario que podrá establecerse para
tomar la opción de intensificación en el contenido
respectivo, pero no significará obligatoriedad de tomar
la opción de refuerzo en ese contenido.
Las
opciones deben ser siempre voluntarias: en este principio
reside la naturaleza esencial del régimen propuesto.
Las
notas del año anterior, aún cuando mediaren
aplazos o exámenes finales en diciembre o marzo con
cualquier calificación, tampoco serán determinantes
ni impedimentos reglamentarios para las opciones. Obviamente,
no se admitirá la opción de intensificación
en el caso de un alumno que lleva la materia respectiva con
el carácter de previa, aunque –tal como quedó
señalado en el trabajo previo que fundamenta el actual–
el régimen de “materias previas” no debería
seguir existiendo como en estos momentos.
Referencias
bibliográficas*
Material
específicamente relacionado con el tema
1 Zanotti, Luis Jorge: La escuela y la sociedad en el
siglo XX, Ed. Estrada, Bs. As. 1970 (cap. VII).
2 Bossing, Nelson L., Principios de la educación
secundaria, Eudeba, Bs. As. 1960, cap. III y complementariamente
el II.
3 Varios autores: “Planteos en torno de la escuela media”.
I.I.E., Revista del Instituto de Investigaciones Educativas,
N° 4, nov. 1975.
4 Varios autores: “Formación de docentes para
la enseñanza media”, en Revista del Instituto
de Investigaciones Educativas, N° 6, mayo 1976.
5 Sastre de Cabot, Josefa M.: “La escuela media en la
estructura de los sistemas educativos”, en Revista
del Instituto de Investigaciones Educativas, N° 11,
mayo 1977.
6 Ocerín, Reynaldo: “Hacia el bachillerato politécnico”,
en Revista Estrada, N° 23, agosto 73-febrero
74, Bs. As.
7 Consejo Federal de Educación: Objetivos pedagógicos
del nivel medio, documento aprobado por la IV Asamblea
Extraordinaria, La Plata, 16-17 diciembre 1976.
8 Cole, Roger: Las escuelas comprensivas en funcionamiento,
Londres, 1964 (ficha N° 114 de la cátedra de Política
Educacional y Educación Comparada, Facultad de Filosofía
y Letras UBA).
9 Fourastié, Jean: ¿Por qué trabajamos?,
Eudeba, Bs. As. 1970.
10 Thomas, Laurence G.: Distribución profesional
y educación, Ed. Estrada, Bs. As. 1971 (en particular
el prólogo de Nuria Cortada de Kohan).
11 Laloup, Juan y Nelis, Jean: Hombres y máquinas,
Ed. Dinor, San Sebastián, 1959.
Material apto para una ubicación histórico-política
general
1) Zanotti, Luis Jorge: Etapas históricas de la
pólitica educativa, Eudeba, Bs. As., 1972.
2) Dawson, Cristopher: La crisis de la educación,
Ed. Emecé, Bs. As., 1963.
3) Bantock, G. H.: La escuela en la sociedad industrial,
Bs. As., 1971.
4) Gosbin, David A.: La escuela en la sociedad contemporánea,
Ed. Paidós, Bs. As., 1971.
5) Zanotti, Luis Jorge: “La democratización de
la educación” o “La igualdad de oportunidades
educativas”, publicado en el volumen: Política
social, cambio y desarrollo, Ed. Centro Universitario
de Política Social. U.N. de Córdoba, Córdoba,
1973.
6) CONADE (Rep. Argentina): Origen socio-económico
y otros factores que inciden sobre el acceso y elección
de carreras de enseñanza media, Bs. As., 1968
(observación: válido como planteo del problema,
pero con graves deficiencias metodológicas).
7) Jaccard, Pierre: Política del empleo y la educación
(primera parte), Ed. Kapelusz, Bs. As. 1962.
8) Cassani, Juan E.: Didáctica general de la enseñanza
media, Ed. El Ateneo, Bs. As. 1965.
Material
que conviene consultar para una ubicación histórica
del tema en la Argentina
1) Ministerio de Educación y Justicia (Rep. Argentina):
Seminario Nacional de Educación, (conclusiones),
1960, Ed. Departamento de Documentación e Información
Educativa, Serie “Estudios y Documentos” N°
3, pág. 102 a 115.
2) Comisión Interuniversitaria Permanente Coordinadora
de la Enseñanza Media: Jornadas interuniversitarias
sobre la enseñanza media, Bahía Blanca,
Nov. 1960, Ed. U.N. de Córdoba, págs. 49 a 56.
3) Bunge, Carlos Octavio: La educación, libro
II: La educación contemporánea, cap.
IV, V y VII. Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1928. (Hay también
Ed. La Cultura Argentina, Bs. As., 1920.)
4) Alcorta, Amancio: La instrucción secundaria,
Ed. La Cultura Argentina, Bs. As., 1916.
5) Fernández, Juan Ramón: Antecedentes sobre
enseñanza secundaria y normal en la República
Argentina, Ed. Talleres Tipográficos de la Penitenciaría
Nacional, Bs. As., 1903.
*Lo
que sigue no intenta ser una bibliografía válida,
académicamente hablando, para el tema de la escuela
media ni una lista de obras citadas o consultadas, y ni siquiera
alude directamente a las cuestiones tratadas en las partes
segunda y tercera de este volumen. Básicamente, los
textos citados ayudan a ubicarse con referencia a la primera
parte (Los objetivos de la enseñanza secundaria) y,
salvo unas pocas excepciones, son útiles para una formación
mental general con la cual sería posible –presumo–
entender o aceptar con más facilidad las ideas expuestas
en el conjunto del volumen.
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